En 1887, cuando se está construyendo la gran torre de acero para la Exposición Universal de París, Durandelle realiza un reportaje fotográfico de esa moderna Babel industrial que se alza interminable hacia el cielo. Actualmente esta torre, diseñada por Eiffel es uno de los edificios más célebres del mundo. Noventa años después, un fotógrafo corporativo de la empresa Controlled Demolition documenta el derrumbe del Biltmore Hotel en Oklahoma City. Esta construcción nunca pudo salir del anonimato impuesto por la estandarización de la arquitectura. Entre sus muros discurrieron seguramente las historias vulgares, insólitas y únicas del amor, del odio y la indiferencia. El relieve y lo plano de la existencia: la vida de las personas con toda su carga de vulgaridad y excepcionalidad. Todo ello se viene abajo en la melancolía suprema de un instante, hecho escombros, como las historias que cobijó.
En estas imágenes de erección y derrumbe es donde mejor asume la arquitectura su papel de testigo del mundo y la fotografía su papel de aliado documentador. El orgullo, el desafío y la esperanza de la construcción de la torre Eiffel condensa todo el optimismo tecno-científico del siglo XIX, mientras que la imagen dramática, saturnal, del derribo del hotel, parece ejemplificar el valor ecológico de la dinamita y el paso a una desaparición de los objetos característica de la era digital. Si la torre de acero exhibe su potencia fálica como promesa de una fertilidad industrial, la imagen de la caída del edificio es también la de una decadencia genésica, una impotencia de la materia ante el imparable empuje de las estrategias virtuales. Entre grúas que ascienden y escombros que caen se encierran buena parte de las esperanzas y desengaños del siglo XX. Estas imágenes demuestran también que la fotografía está próxima siempre de la arquitectura, documentando su vida: desde el momento auroral de la erección del edificio hasta el instante agónico de su demolición.
Lo que en otro momento se hubiera convertido en un ejemplo de arquitectura fantástica, se hizo realidad en el París decimonónico
La construcción de la Torre Eiffel, entre 1887 y 1888, es posiblemente el símbolo más acabado de la industrialización de la arquitectura y el orgullo de los “grands travaux”, y es precisamente la fotografía, con su sistema mecánico, la reproductora más fiel de esta nueva realidad maquinista.…
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