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Cien años de deporte

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Ramón Masats. Seminario Madrid, 1960. Papel baritado, gelatina de plata 96 x 136 cm Cortesía Colección de Fotografía de la Comunidad de Madrid

Probablemente el hombre aprendió a correr porque necesitaba huir. Saber correr fue un hecho cultural condicionado por una necesidad. Aprendió a lanzar la jabalina para matar a distancia a otros animales cuya aproximación resultaba peligrosa. Aprendió a nadar cuando necesitó vadear ríos o salvarse de naufragios de primerizas naves. La base histórica de la “Cultura Física” es la supervivencia, y el cuerpo del hombre se fue formando en perpetua dialéctica con la necesidad de sobrevivir: el cuerpo del hombre y el del ciempiés, el cuerpo del hombre y el del águila real, el cuerpo del hombre y el del arador de la sarna.

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José Antonio Hernández-Díez. Marx, 2000. C-Print, 210x160x2 cm (enmarcada). Cortesía Galería Elba Benítez, Madrid
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José Antonio Hernández-Díez. Kant, 2000. C-Print, 210x160x2 cm (enmarcada). Cortesía Galería Elba Benítez, Madrid

La aparición del Deporte es otra cuestión, también cultural, pero ligada a la cultura del ocio. El Deporte es una aplicación voluntaria del ejercicio físico a fines no necesariamente de supervivencia. El Deporte, según las incipientes evidencias antropológicas que sobre él existen, nace en relación con el juego y la danza, aunque en sí mismo figure desde su nacimiento como un sustituto del conflicto y la competición. Cada comunidad primitiva creó sus juegos y sus danzas ligados al ritual religioso, pero también tenían mucho que ver con la Historia del Espectáculo. Por muy primitivas que fueran las comunidades, asistir y participar en los juegos era una variante relajante en la rutina de cotidianeidad. El juego y la danza eran expresiones simbólicas que encarnaban los jugadores y los dominantes, pero la participación alcanzaba a los espectadores, encantados en la magia de los movimientos inútiles.

Como todo hecho cultural, el juego fue ya desde sus orígenes una co-creación. Es decir, algo que tenía su definitivo sentido en el goce co-partícipe del que lo realizaba y del que lo contemplaba. La teoría del valor, como siempre, estaba supeditada a la singularidad del actuante: a mayor destreza más encantamiento por parte del espectador, más valorado el ejercicio por la singularidad del ejecutante. De ahí que el Deporte haya estado casi siempre condicionado por la escalada de singularidad de sus ejecutantes. En sus comienzos tal vez bastaba la repetición litúrgica de un proceso de movimientos y el goce final de estos movimientos bien trabados y acabados. Para comunidades enteras esta armonía era la plenitud misma del juego, y el deporte como medio de perfección corporal y espiritual un fin en sí mismo al alcance, generalmente, de las clases dominantes.…

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