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Caperucita Roja

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Alfonso Brezmes. Final de los cuentos, 2007. Relatos cortos series. Courtesy of the artist

Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito de color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día su madre le dijo: “Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, ‘Buenos días’, ah, y no andes curioseando por todo el aposento”.

“No te preocupes, haré bien todo”, dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y se despidió cariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y nada más entrar Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, se encontró con un lobo. Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún temor hacia él.

–“Buenos días, Caperucita Roja”, dijo el lobo.

–“Buenos días, amable lobo”.

–“¿A dónde vas tan temprano, Caperucita Roja?”.

–“A casa de mi abuelita”.

–“¿Y qué llevas en esa canasta?”.

–“Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse”.

–“¿Y dónde vive tu abuelita, Caperucita Roja?”.

–“Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás visto”, contestó inocentemente Caperucita Roja.

Illustration
Henry Peach Robinson. Red Riding Hood, 1858

El lobo se dijo en silencio a sí mismo: “¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito –y será más sabroso que esa vieja. Así que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente”. Entonces acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le dijo: “Mira Caperucita Roja, qué lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos.

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