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Doris Salcedo. Quebrantos, 2019. Plaza de Bolívar, Bogotá, Colombia. Foto: Juan Fernando Castro. Cortesía de la artista

Entrevistas con Luis Pérez-Oramas, Kaira Cabañas y Cecilia Fajardo-Hill

¿Qué significa “Latinoamérica” en términos epistémicos y epistemológicos? ¿Acaso nos adscribe a algún tipo de “saber” o “conocimiento”? ¿O nos condiciona a un “lugar de enunciación” único e insoslayable desde donde tenemos que hablar? Mejor dicho: ¿cuáles son los compromisos que tendría “hablar desde Latinoamérica”? ¿O, más bien, simplemente nos remite a una serie de creencias base que si bien influyen no llegan a ser necesariamente determinantes para condicionar un tipo de mirada y tradición ostensiblemente identificables como tales? En otras palabras: ¿qué diablos significa pensar como latinoamericanos? Y, quizá aún más importante, ¿habría algo del repertorio de ese conocimiento particular “latinoamericano” que perderemos en la ola globalizadora?

Como sabemos, esta ha sido una discusión interminable y por ratos absurda a lo largo de las décadas, aunque, a mi manera de ver, ha sido bastante productiva en tanto ha logrado mostrar, como en un calidoscopio, no solo el espacio que la región ocupa en relación con las metrópolis occidentales, sino también las distintas maneras de comprender esa distancia crítica. Hay quienes piensan que la distancia es tan mínima que en verdad no hay mucho de dónde cogerse para proclamar una verdadera diferencia con “occidente”, mientras que también abundan quienes piensan precisamente todo lo contrario: que en verdad la grieta es tan profunda y honda que nunca será factible ni deseable homologarse con el discurso occidental.

La mayoría de posiciones más significativas e influyentes, sin embargo, se ha situado en algún lugar en medio de estos dos polos, usualmente reconociendo que la innegable posición periférica en la que la región está sumida, especialmente en términos económicos, no solo ha sido derivada de una estructura colonial premoderna —que nos relegó casi desde un inicio a tal posición— sino que ha sido, además, agudizada por las diversas intervenciones militares por parte de los grandes poderes de turno (Inglaterra, Estados Unidos, España, Francia). A esta posición subalterna y descentrada de la región —económica, social, política, discursiva— se le ha dado muchísimos nombres dependiendo de la disciplina (dependencia, post-colonialidad, modernidad periférica, etc.), todos ellos buscando mostrar que la extraña versión de modernidad que tenemos ha adquirido, quiérase o no, necesidad histórica en la región. Para decirlo en el vernacular de turno: algunas de las ideas y formas de las diversas olas modernizadoras que llegaron a la región cogieron carne en diversos países, de los cuales ya son parte esencial de una tradición propia.…

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