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Arte no-correlacional, una cuestión de mediación

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Darío Escobar. Composition Nº 106, 2018. Foto: Gustavo Sapón-Madrid. Cortesía del artista

El fantasma del correlacionismo planea sobre el trabajo de la mediación. De ahí que, por lo que respecta al arte, los acólitos del nuevo materialismo, el realismo especulativo o incluso la performatividad acostumbren a entender su aportación al margen de impulsos anteriores como han sido los llamados giro social, giro educativo, la crítica institucional o la nueva institucionalidad. Y de ahí que, también, con la expansión de lo que hoy se resume con el epíteto giro material, se esté dando rienda suelta a una vuelta exacerbada del formalismo en el sentido más esteticista que este término haya podido llegar a tener nunca.

Con el presente texto se esboza un análisis materialista de la mediación en arte, así como, por lo que hace a su conclusión, se sugieren vías por las que se puede desarrollar lo que hoy parece especialmente acuciante: un sentido del arte y de la mediación genuinamente materialista y no-correlacional, el cual debería afectar de un modo diáfano a todas las agencias que interceden en el hecho artístico, a riesgo de quedar reducidos los actuales supuestos materialistas, especulativos, performativos y no-representacionales solamente a una cuestión —bien paradójicamente— de representación y de discurso.

Crítica al tercer agente

Con su obra seminal Después de la finitud (2006), Quentin Meillassoux definió el correlacionismo como la corriente de pensamiento que sostiene que el sujeto de conocimiento y el objeto conocido no se pueden entender como entidades aisladas. Hay entre ellos una correspondencia, una correlación directa, por lo que solo podemos conocer aquello que se nos dispone a ser conocido.

La filosofía occidental ha acostumbrado a adoptar este supuesto desde la aportación de Immanuel Kant, que según Meillassoux es el auténtico padre de lo que llama el círculo correlacional. El filósofo de Königsberg adujo que todo el conocimiento se debe enteramente a la capacidad de los humanos por traducir para nosotros los objetos de la experiencia. A la vez que hay una dimensión del objeto en sí que va a caer siempre fuera de los límites de lo aprehensible en tanto que no se corresponde con las formas de conocimiento humano. Se formuló, de este modo, una primera idea moderna de la mediación. Pues junto con el correlacionismo surgió la necesidad de caracterizar a unos terceros agentes, que son los que, en efecto, interceden entre el objeto en sí y el objeto para nosotros, a fin de generar una simpatía fatal e inquebrantable entre aquello conocido y el sujeto conocedor.…

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