anterior

¿Y nosotras qué?

siguiente
femenino

Framing Feminism. Art and Women's Movement. 1970-1985, de Griselda Pollock y Rosicka Parker

 

Framing Feminism. Art and Women’s Movement. 1970-1985
Griselda Pollock y Rozsicka Parker 
Pandora, 1987

Griselda Pollock y Rozsika Parker construyen en Framing Feminism un importante compendio sobre la feminidad y el significado de lo femenino en las artes visuales, al mismo tiempo que tratan de sintetizar y evaluar diferentes corrientes del feminismo de los 70 y 80 en el pensamiento anglosajón. Las autoras recopilan gran cantidad de textos críticos y son capaces de detectar en ellos que las claves no solo están en los debates sino también en las condiciones de la práctica artística y la herencia recibida en forma de prejuicios ante disciplinas y modos de trabajo. Junto a estos dos temas, la importancia del trabajo colectivo o la liberación frente a determinados roles y maneras de enfrentarse a la clase, el género o las normas construyen una de los libros seminales de la crítica feminista.

Se trata de un libro que pone en circulación un valioso material que solo era posible localizarlo en múltiples fuentes

Negar la importancia de esta obra basándose únicamente en lo que cuenta y no hablar sobre cómo esto se produjo es simplificarla demasiado. Se trata de un libro que pone en circulación un valioso material que solo era posible localizarlo en múltiples fuentes, muchas de ellas de acceso restringido o que no estaban abiertas al público. De igual forma, se trata de una compilación de fuentes cuya recuperación sería exigente fuera de la época (artículos de opinión, crónicas, introducciones a exposiciones) y que se utilizan como documentos pasivos: capaces de reflejar un cambio en el pensamiento más que producirlo. No cabe duda de que fueron cruciales en ambos aspectos, pero Rozsika Parker y Griselda Pollock los utilizan como formas concretas de un pensamiento que evolucionaba en los setenta mucho más allá de estos documentos.  Plantean preguntas como si verdaderamente existen diferentes condiciones en la práctica artística femenina y si estas son específicas y determinantes de un cierto arte que pudiera relacionarse con el sesgo de género. De la misma forma, las autoras se plantean la presencia de las mujeres en la construcción historiográfica como agentes constructores del discurso y como sujetos sobre los que programar la educación artística e, incluso en el caso de que esto fuera así, las jerarquías que se establecían entre las mujeres artistas frente a los artistas, como un todo capaz de englobar a un sujeto válido y homogéneo.

Pero junto a esta premisa, muy destacada en los documentos y debates de la época, aparecen otras preguntas que cuestionan la industria: ¿qué posibilidades tenían las mujeres de exponer y dónde?, ¿qué hacía falta en una galería para que se interesara por la práctica femenina?, ¿condicionaba esto a la galería?… tomando como punto de partida ya desde su introducción el congreso de 1980 ‘Questions on Women’s Art’ como un punto de giro destacable en la reflexión por plantear abiertamente la falta de consenso en las respuestas a todas estas preguntas. Ambas autoras toman delos discursos dominantes de la historia del arte, sus formas preferidas y el estado de sus enfoques más favorecedores para los supuestos que construyen, y los problematizan escasamente. En este punto, la preocupación de ambas parece centrada en descubrir si es posible hablar de estética o arte feminista o de si el hecho de ser mujer te marca como público y como artista hasta el punto que pueda ser suficiente para garantizar la validez de las obras.  

¿Qué hacía falta en una galería para que se interesara por la práctica femenina?

Pollock y Parker tratan también de dar las claves que consideran importantes para su discurso, analizar los momentos en los que esto ocurre y proporcionan una guía de lectura bien de forma aparente o por la contextualización de obras de formatos tan diversos. Se trata de explorar un camino: qué ha llevado a reproducir ciertas nociones del pensamiento sobre el arte femenino y qué formas de trabajo han sido más adecuadas y coherentes con los objetivos del feminismo. Fuera de contexto y sin tener en cuenta cuál ha sido la forma de construir la Historia del Arte, es reprochable la falta de variables con las que cruzar el género o la falta de miradas hacia ejes geopolíticos distanciados de la herencia intelectual británica.  

Desde la insatisfacción de ambas autoras, el libro finalmente trata de recopilar y plantear un compromiso que no es capaz de convivir con la herencia artística que ha recibido y que radica en la búsqueda de la exploración de lo que ha significado y sigue significando para pensar en ser mujer, ser feminista y estar interesada en el arte, ya sea como productora, investigadora o público. No se prodigan en detalles sino que prefieren presentar y plantear la evolución y la apertura de los debates desde múltiples fuentes, como un punto de partida desde el que construyen su reflexión pero algo escaso en detalles sobre las prácticas artísticas concretas con las que las feministas se encontraban en desacuerdo o sobre la relación entre formas y estilos y la apropiación de los mismos. Son capaces de señalar temas de gran relevancia por la visibilización que suponen como el compromiso de utilizar el parto o la menstruación como el foco de trabajo de artistas convencidos de la existencia de un enfoque específicamente femenino. Y al igual que existe esta diferencia, hay divergencias en la apreciación del compromiso con el mundo del arte y sus tradiciones, pero no consiguen indagar más que de pasada en la diferencia en las respuestas de los artistas y críticos a estas preguntas, cuando quizá eso podría ser lo más interesante para hacer reflexionar al lector.