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Las bibliotecas nacen con libros (recomendados) debajo del brazo

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La biblioteca torcida. Un proyecto de Plata para Suq Centeno. Financiado por la Fundación Daniel y Nina Carasso. Córdoba. Abril 2024

Llega la primavera y se desata un fervor libresco. Entre el 23 de abril y el 16 de junio se suceden fiestas, ferias, encuentros y celebraciones alrededor del libro y los no libros en forma de publicaciones (fanzines, carteles, tarjetas, plaquettes, etc.). Me encanta ir a esos eventos en los que descubro editoriales y personas que se autoeditan. Mi placer no se limita a mirar, lo confieso. Para gozarla de verdad yo tengo que charlar con los responsables de tanta belleza impresa y luego llevarme a casa todo lo que pueda adquirir. A pesar de que trabajo en una biblioteca en la que no paramos de comprar, y recibir, por donación o canje, cientos de libros, conservo intacto un deseo insaciable que me impulsa a seguir aumentando mi biblioteca personal. ¡Ni siquiera puedo tener todos mis libros cerca! Una parte importante reposan metidos en cajas, en un desván de una casa de campo, en un lugar bastante aislado de Cantabria. Después de mi última mudanza, hace ya más de diez años, tuve que aligerar la biblioteca porque no había espacio al juntar dos bibliotecas y convivir con otra persona. O sea, con mi marido, Tomi, que es un prodigio de paciencia. Otra parte de mis libros esperan, de momento también en cajas, en Santander, en la que era la casa de mi madre, y el resto llenan muchas paredes, y bastantes rincones y mesas, del piso en el que vivo. No pierdo la esperanza de rescatar las cajas del desván y lograr que, aunque dividida, mi biblioteca tenga dos espacios accesibles en un futuro no muy lejano. 

A pesar de esta compulsión de compra (en mi caso acompañada de una pulsión lectora) estoy convencido de que sufrimos la maldición de “los demasiados libros”. Una vez enunciada esa tragedia, y puestos a practicar un modo de vida, me importa un comino. Adoro el nacimiento de nuevas editoriales; me encanta que mis columnas de libros pendientes aumenten; y nada me hace más feliz que el encuentro fortuito (por flechazo o por recomendación) con una lectura nueva con la que no contaba. ¡No soporto el minimalismo en lecturas, publicaciones o paredes! ¡Cada vez que pienso en esa japonesa sádica que te conmina a decidir qué tiene que irse de casa cada semana me entran resudores! Por otro lado, como bien dice Vivian Abenshushan, “todas sabemos que los libros se reproducen mientras dormimos”.

En cualquier caso, estoy convencido de que, a veces, más es más (y mejor). Como os decía, yo trabajo en una biblioteca, de una facultad de bellas artes, en una universidad pública. Cada año entran cerca de 400 estudiantes nuevos. Hay gente que piensa que esto tiene que ver con la masificación, pero yo lo veo, tal como lo describieron Selina Blasco y Lila Insúa, como una oportunidad. Una posibilidad para encontrar, entre tanta gente, afinidades, diversidades, sorpresas. Pues con los libros me pasa lo mismo. Los demasiados se me hacen pocos. ¡Y con las bibliotecas ni te cuento! Me parece que siempre faltan. Esto no es solo cosa mía y, sino, haced la prueba a pasaros por la biblioteca pública que os quede más cerca y veréis como está llena.

Javier Pérez Iglesias, maestra de ceremonias para Un principio de Biblioteca. Foto: Antonio Collados

Por eso quiero aprovechar estos días de alcorques llenos de vegetación inesperada, de cambios bruscos en las temperaturas, de sol y de lluvia dándose la vez, para hablar de algunas bibliotecas que nacen y de algunos libros que se lanzan deseantes a su encuentro. Decía Shiyali Ramamrita Ranganathan, uno de mis ídolos bibliotecarios, que cada libro tenía una persona buscándolo y cada persona un libro esperándolo. Pues yo, parafraseando al ilustre bibliotecario racializado, súbdito de un imperio cuando desarrolló sus principales teorías, creo que para cada biblioteca hay un libro y que para cada libro hay una biblioteca.

Bueno, eso sin contar con que algunos libros deberían estar en cualquier biblioteca, y mientras escribo se me ha ocurrido uno, que se ha publicado este mismo año y me ha encantado. Se trata de Todas las vidas: Leer y bailar los textos, de Tamara Díaz Bringas. Ella ha sido una curadora e investigadora desde el arte que nació en Cuba y ha vivido en muchos lugares (Costa Rica, Madrid, entre otros) hasta su temprana desaparición en 2022. Su trabajo siempre ha destilado una mezcla de cuidado, humildad, sabiduría y mirada artística (en el sentido de desprejuiciada, personal y periférica). El libro reúne algunos textos suyos que eran difíciles de encontrar (o se habían publicado de forma muy dispersa) y son una delicia por cómo están escritos, pero también por esa forma de mirar y crear conversaciones desde el arte, con asuntos que pudieran no parecer del arte, y desde una sinceridad militante. Nada mejor para hablar de bibliotecas que nacen que empezar recordando a Tamara, porque ella nos enseñó (a quienes la conocimos, pero puede enseñarle a cualquiera que lea sus textos) la importancia de la escucha. Y, queridas lectoras, escuchar es quizá la principal tarea bibliotecaria.

A veces, hace falta que la ilusión de la gente se desborde para que una biblioteca pase de ser una presencia fantasmática a llenar el espacio

El primer nacimiento bibliotecario al que he asistido en los últimos meses es el de la biblioteca del Instituto Escuela Pepa Colomer en el Prat de Llobregat (Barcelona). He sido una madrina online porque lo que he hecho es intercambiar e-mails, audios de WhatsApp y conversaciones telefónicas con mi amigo Curro Llorca, padre de Vicenç y Pau, que estudian en ese colegio. Si cualquier nueva biblioteca es para mí motivo de celebración, que se trate de una escolar es ya un fiestón. En el estado español sigue siendo una asignatura pendiente que la infancia escolarizada tenga acceso a una biblioteca en su centro de estudios. En este caso, la comunidad educativa decidió llenar ese hueco. Se inventaron la biblioteca en donde antes había un “almacén” ganado a un porche, una zona de no estar y no hacer. A veces, hace falta que la ilusión de la gente se desborde para que una biblioteca pase de ser una presencia fantasmática a llenar el espacio. Las conversaciones con Curro fueron una maravilla porque pude experimentar cómo la gente imagina la biblioteca como algo suyo, y me ayudó a seguir planteándome cosas que las bibliotecarias deberíamos tener en cuenta constantemente, a lo largo de nuestra vida profesional: qué sentido tiene hacer las cosas como las hacemos; para qué catalogamos; ¿pueden participar les niñes en el trabajo bibliotecario?; ¿qué agencia le concedemos a los públicos?; ¿cómo mostramos las colecciones?…

BiblioPepa. Biblioteca del colegio Pepa Colomer en el Prat del Llobregat. Foto: Mireia Bordonada

Hay muchos libros que andan buscando a la biblioteca de esa escuela que lleva nombre de heroína de la aviación, pero yo propongo una cita con Las incursoras de Ana Garralón (Las Afueras, 2024). Entre otras cosas porque habla de mujeres que, como Pepa Colomer, se atrevieron a entrar en salones prohibidos. En este caso, esas mujeres estuvieron relacionadas con la literatura infantil y juvenil desde muy diversos ángulos: escritoras, ilustradoras, editoras… Hay en ese libro vidas, y obras, de mujeres que, como nos cuenta su autora, “abrieron nuevos derroteros, seguras, no siempre admiradas ni mucho menos queridas. Mujeres que eligieron el camino no pisado, que buscaron elevar el nivel, que fueron casi hirientes con el conformismo del momento”. Nadie mejor que Ana Garralón, una investigadora aguda y desprejuiciada, para contar estas historias con una mezcla deliciosa de ligereza y erudición.

Un principio de Biblioteca. Foto: Antonio Collados

Otro libro que se pirra por entrar en la Biblioteca de ese colegio es La niña búho y el fantástico viaje en balde, escrito y dibujado por Ana Flecha Marco. La protagonista de esa historia, y su mascota, quieren que las infancias de ese centro escolar disfruten de un viaje que, aunque es en balde, para nada es inútil. Además, las bibliotecas escolares, no se nos olvide, no son solo para niñas, niños y niñes. También tienen algo que decirle al resto de la comunidad de aprendizaje, a madres, padres, profesorado y personal de servicios. En ese sentido, la misma autora, Ana Flecha, tiene dos obras que no pueden faltar en cualquier biblioteca que se precie y que, por lo tanto, se quieren colar en la de Pepa Colomer. Planeta Solitario, que acaba de publicarse este 2024, es un libro de viajes que se pueden hacer perfectamente desde casa, y Dos novelitas nórdicas ofrece, como su propio título indica, dos obras por el precio de una. Además, las bibliotecas aparecen aquí reflejadas de una manera tal que debería ser un texto obligatorio (sin ser yo nada de eso) en todas las Facultades de Biblioteconomía y Documentación. Yo diría que en la “Historia de Ø”, que es el título de una de las nouvelles que componen el volumen, la biblioteca es la verdadera protagonista. 

El 17 de octubre de 2023, a las 18 horas, en el Jardín de Casa de Porras, en el barrio del Albaicín, en Granada, fui maestra de ceremonias para “Un principio de Biblioteca”. En realidad, esa biblioteca posible está existiendo como un proceso abierto y colaborativo. Antes de decir “esta es la biblioteca” se quiere pensar sobre ella e imaginar el diseño que tendrá: dónde estará alojada dentro de la casa; cómo será su funcionamiento; cuáles serán sus políticas y sus colecciones. Así que tuve el honor de abrir una serie de sesiones de trabajo, una tarde, en el centro del jardín, entre bombillas que colgaban de los árboles y flores. Ejercí de médium entre los deseos de quienes se apuntaron a asistir y ese principio de biblioteca que ya estábamos sintiendo. Esta biblioteca ha nacido tan pequeñita que todavía estamos hablando de qué formato tendrá su libro de registro o de cómo se prestarán los libros y cosas así. Eso no quita para que ella, yo lo sé, que para eso soy bibliotecaria, esté deseando encontrarse con libros como Queer exhibition histories publicado en la editorial Valiz y editado primorosamente por Bas Hendrikx. La verdad, están hechos la una para le otre porque lo que plantea esa publicación es una revisión de exposiciones, performances, archivos y diversas manifestaciones de arte LGTBQI+ que, por sus temas, sus protagonistas, los espacios en los que suceden y su diversidad de contextos (eso que llamamos Europa y que contempla muchas realidades), están siempre situadas en el filo o la grieta. O sea, en esos márgenes que “Un principio de biblioteca” desea habitar para mayor aprendizaje y regocijo.

También hay, cómo no, un libro que está buscando ese principio de biblioteca, y son los cuentos que ha publicado Mafe Moscoso en la editorial Consonni con el título de La Santita. Aquí encontramos una mezcla de sabiduría andina, cultura popular, músicas, bailes, sincretismos, cosas que hacen las cosas, protagonistas no humanas y muchas invitadas no esperadas. Hay un fin del mundo con sabrosura que nos estremece y nos abre el apetito. Pero, sobre todo, hay una felicidad en el contar y una alegría en el leer que cautiva.

Otro bautizo (por supuesto laico) bibliotecario al que he asistido sucedió el jueves 11 de abril de 2024 dentro del Centro Social Luciana Centeno, en el barrio de San Agustín de Córdoba. El lugar que alberga esta “biblioteca torcida” (ese es su nombre) no puede ser más apetecible. El centro social está autogestionado por las personas del barrio y ocupa una antigua escuela que se cerró por falta de niñes. Allí hay de todo, desde una entrada con parterres llenos de plantas y flores hasta un patio con árboles.  Dentro del edificio lo mismo escuchas cantar a un coro, que ves ensayar a un grupo de teatro o te cruzas con un grupo de trueque. Por cierto que, en el patio, dos días después de que naciera la Biblioteca Torcida, se inauguró un horno comunitario creado en colaboración con el colectivo artístico Future Farmers.

Tanto la biblioteca como el horno tienen que ver con el proyecto “Suq Centeno”, desarrollado por el colectivo artístico Plata que, con financiación de la Fundación Carasso, aúna el activismo artístico con la soberanía alimentaria. Porque en ese horno se van a cocer alimentos que proceden de una agricultura autogestionada y ecológica del mismo modo que la biblioteca quiere ser un espacio de encuentro para los saberes comunitarios.

Podríamos leer la colección de cualquier biblioteca atendiendo a los párrafos marcados por los sucesivos lectores que han entrado en esas páginas

Lo de los saberes colaborativos y la creación comunitaria es algo inherente a cualquier biblioteca que esté abierta a todo el mundo y que practique la escucha para saber qué quieren, buscan o piden las lectoras. Un ejemplo de este compartir/hacer juntas son los subrayados y anotaciones que encontramos en algunos libros. Podríamos leer la colección de cualquier biblioteca atendiendo a los párrafos marcados por los sucesivos lectores que han entrado en esas páginas. Eso es lo que hace en su propia biblioteca Osvaldo Baigorria y lo podéis leer en Según: una autobiografía.

Para la celebración del primer día de la Biblioteca Torcida yo me limité a llevar una serie de publicaciones que hablaron entre ellas y me permitieron crear una coreografía. Los libros y no libros (carteles, pegatinas, dibujos, postales, hojas volantes, pasquines, flyers…) contaron cosas que pueden ocurrir en cualquier biblioteca siempre que se practique la escucha y se deje espacio para que sucedan las cosas que la gente y las colecciones pueden hacer juntas.

Del mismo modo, cualquier biblioteca podría, y debería, acoger otro libro que está buscando abrazar a la Biblioteca Torcida. Se trata de Escuela de envejecer: aprendizaje coral sobre saberes otros, materiales efímeros y poderes para hacer lo que soñamos de Ana Gallardo, publicado por Metaninfas en 2023. Es una publicación que sus editoras han cuidado, en la forma y en el contenido, con gran delicadeza y que nació a partir de la muestra, del mismo nombre, que hizo la artista en el Parque de la Memoria en 2023, con curaduría de Alejandra Gatti y Lorena Fernández (que son las propias responsables de la editorial Metaninfas). La muestra y el libro se hacen las mismas preguntas: “¿Cómo envejecer en un sistema que niega lo viejo? ¿Cómo envejecer frente a la idea del paso del tiempo como una amenaza que persigue la idea de utilidad? ¿Cómo crear las condiciones adecuadas para esa vejez?”. 

La biblioteca torcida. Un proyecto de Plata para Suq Centeno. Financiado por la Fundación Daniel y Nina Carasso. Córdoba. Abril 2024

Pegado a este libro entra otro de Ana Flecha Marco, Piso compartido, que se acaba de publicar y que está lleno de señoras mayores que aprenden y enseñan y se lo pasan pipa. Ahí lo dejo, que de las publicaciones de Ana ya he hablado mucho y no hay que abusar.

La Biblioteca Torcida no deja de ser uno de esos proyectos artísticos que desborda el mundo del arte para hacer cosas con la gente y que esas personas aprendan y creen de manera colaborativa. Eso tiene mucho que ver con Nadie miraba hacia aquí: un ensayo sobre arte y VIH/sida de Andrea Galaxina. Esta obra acaba de ser publicada, con una edición aumentada de la original en El primer grito, por la editorial Continta me tienes. Andrea Galaxina repasa el estallido de creación, activismo y lucha política que reaccionó ante las políticas criminales del poder cuando entró en nuestras vidas la pandemia del SIDA.

He llegado al final y nada mejor para terminar que recomendaros la obra libro de Camila Cañeque La última frase (La uña rota, 2024). Es un ensayo creado a partir de la fascinación de la autora por los finales de los libros. Escribe ella, en lo que parece una autobiografía, y su voz se mezcla con los finales de 452 libros. Las últimas frases le sirven para hablar de su (nuestra) fascinación y horror ante los finales. 


Añado aquí las referencias de libros y no libros que por alusiones o por apariciones estelares o por cameos han aparecido en este texto:

Abenshushan, Vivian. 2019. Permanente obra negra. Primera edición. Ciudad de México, México: Sexto Piso.

Baigorria, Osvaldo. 2023. Según: una autobibliografía. Numancia 1. Buenos Aires, Argentina: Caja Negra.

Blasco, Selina, George Hutton, Lila Insúa, Alejandro Simón, Beatriz Álvarez García, y Centro de Arte Joven (Madrid). 2016. Universidad sin créditos: haceres y artes : un manual = University without credits : a workbook on the arts and their doings. [1a ed.]. Madrid: Ediciones Asimétricas.

Cañeque, Camila. 2024. La última frase. Segovia: La uña rota.

Díaz Bringas, Tamara. 2024. Todas las vidas. Bilbao: Consonni.

Flecha Marco, Ana. 2020. La niña búho y el fantástico viaje en balde. Caraid. León: Eolas & Menoslobos.

———. 2021. Piso compartido. Segunda edición, 2021. León: Mrs. Danvers.

———. 2022. Dos novelitas nórdicas. Primera edición, 2022. León: Mrs. Danvers.

———. 2024. Planeta solitario. León: Mrs Danvers.

Galaxina, Andrea. 2024. Nadie miraba hacia aquí: un ensayo sobre arte y VIH/sida. Miranda de Arga: Continta me tienes.

Gallardo, Ana. 2023a. Escuela de envejecer: aprendizaje coral sobre saberes otros, materiales efímeros y poderes para hacer lo que soñamos. Editado por María Alejandra Gatti y Lorena Fernández. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Metaninfas ediciones.

———. 2023b. «Escuela de envejecer [exposición]». Parque de la Memoria. 2023.

Garralón, Ana. 2024. Las incursoras. El Prat de Llobregat: Las Afueras.

Hendrikx, Bas, ed. 2024. Queer Exhibition Histories. PLURAL. Amsterdam: Valiz.

Moscoso, Mafe. 2024. La santita. El origen del mundo. Bilbao: Consonni.

Ranganathan, S. R. 1931. The five laws of library science. Madras: The Madras Library Association.

Zaid, Gabriel. 1996. Los demasiados libros. Colección Argumentos (Editorial Anagrama) 183. Barcelona: Anagrama.