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“Después de la gran división”, Andreas Huyssen

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Andy Warhol en el Moderna Museet de Estocolmo, 1968

Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas, posmodernismo
Andreas Huyssen
Adriana Hidalgo Editora, 1986, Buenos Aires

A mediados de los 80 internet era prácticamente un desconocido para la mayoría de los habitantes de la tierra. En 1986 se empezaba a emitir en España por primera vez un programa de televisión por las mañanas, se titulaba Buenos días y su éxito marcó un hito en la historia de la industria del entretenimiento. Dos hechos alejados entre ellos hace casi tres décadas pero emblemáticos en la definición del modelo cultural actual. En ese mismo año Andreas Huyssen publicaba Después de la gran división, un texto de referencia para entender la evolución de la relación entre alta cultura y cultura popular. En este libro, subtitulado Modernismo, cultura de masas y posmodernismo, su autor se centra en la relación entre modernidad, vanguardias y posmodernismo en función del binomio alta y baja cultura, cuya conexión o separación se convierte para Huyssen en uno de los principales ejes del arte desde finales del XIX y hasta finales del XX. La división entre los dos tipos de producción artística resulta, a ojos del académico alemán, fundamental para estudiar el movimiento moderno, su nacimiento y su desarrollo.

El dogma del alto modernismo se ha vuelto estéril y dificulta la comprensión de los actuales fenómenos culturales

Después de la gran división es un compendio de textos escritos en un arco de diez años, con los que su autor recorre gran parte del arte del último siglo. Este viaje comienza con la gestación de la modernidad a partir de la separación entre alta y baja cultura, cuando en la segunda mitad del XIX la revolución industrial genera una gran explosión demográfica en las ciudades, que a su vez cambia los modos de cultura de la población. Nace en esos años la novela por entregas y su aceptación entre la población es enorme. La recepción de ese producto literario por parte de una porción tan amplia de la sociedad influye en la misma producción y concepción de esos libros, pero hay algunos autores que marcan ciertas distancias con este fenómeno literario. Huyssen nos pone el ejemplo de Flaubert y de cómo el autor francés prefiere desligarse de la nueva cultura literaria de masas por entregas para poder desarrollar una literatura no constreñida por las leyes que el folletín estaba marcando. Como reacción a esta nueva cultura de masas surge un modelo de producción cultural que no tiene necesariamente en común un estilo, sino la voluntad de distanciarse de la nueva cultura popular que se estaba desarrollando.

Esta concepción binaria de la cultura (alta versus baja) será puesta en entredicho y desmontada por las vanguardias históricas, que buscan acabar con ese enfrentamiento, poner en entredicho el sistema cultural imperante y unir arte y vida cotidiana. Huyssen analiza cómo el proyecto utópico vanguardista fracasa en base a esos ambiciosos objetivos y cómo después de la segunda guerra mundial se desarrolla un modelo artístico (encarnado en el expresionismo abstracto y el minimalismo, entre otros) alejado de esas intenciones conciliadoras entre alta cultura y cultura de masas. En cambio, el pop art de los 60 y el posmodernismo de los 80 vuelven a ser momentos en los que esa separación se diluye. Lo que según el propio autor subyace a todos los textos reunidos en el libro es la idea de que el dogma del alto modernismo se ha vuelto estéril y dificulta la comprensión de los actuales (refiriéndose a los 80) fenómenos culturales, ya que las fronteras entre el arte elevado y la cultura popular son cada vez más borrosas. Esta hibridación resulta para Huyssen una oportunidad y una de las claves de la condición posmoderna. 

Parece que los confines entre baja y alta cultura son cada vez más nebulosos, tanto que quizá ya no tenga sentido seguir planteando el problema en esos términos

En la revista satírica Mongolia, de venta en cualquier kiosco, aparece una colaboración del artista contemporáneo Eugenio Merino. Esta anécdota nos hace pensar en la superación de la gran división de Huyssen y en cómo parece que continuamos en la dirección de la que hablaba a mediados de los 80. En la actualidad, numerosos artistas, como por ejemplo Jeremy Deller —que expuso en España por primera vez en 2015, en el CA2M de Móstoles—, trabajan sobre la cultura popular a través de un gran número de prácticas contemporáneas diversas. La muestra de Deller se titulaba El ideal infinitamente variable de lo popular, que proviene de una cita de Baudelaire: uno de los padres de la modernidad que para Huyssen inauguran la división  entre alta y baja cultura.

La relectura de este texto casi cuarenta años después de su publicación nos plantea varios interrogantes sobre el desarrollo del modelo cultural actual. A tenor de la evolución de los medios de comunicación y de internet y de la multiplicación de productores y contenidos parece que los confines entre baja y alta cultura son cada vez más nebulosos, tanto que quizá ya no tenga sentido seguir planteando el problema en esos términos. Huyssen a lo largo de todo el libro propone una concepción pendular del arte en función de la relación (acercamiento o alejamiento) entre la baja y la alta cultura, pero parece que el péndulo se ha roto mientras planeaba del lado del acercamiento y se ha salido de su trayectoria.