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Deseo de escritura

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La escritora Hélène Cixous

Deseo de escritura, 2004.
Hélène Cixous

Pese a que ella se sienta más reconocida con sus ficciones, la figura de Hélène Cixous está más asociada a su producción sobre teoría feminista. Por eso, el valor de la antología que Marta Segarra editó en 2004 con el nombre de Deseo de escritura no solo recae en haber traducido al castellano algunos textos de Cixous, sino también en haber equilibrado su lectura al combinar teoría con ficción. En una entrevista incluida en esta edición, Cixous insiste además en la necesidad de fechar su producción teórica de la que se desprendió el concepto de écriture féminine, puesto que, como ella misma indica, encontró su inspiración en una urgencia histórica enmarcada en las luchas feministas de los años setenta. Por eso La risa de la medusa, La venida de la escritura, etc., deben ser leídos en su contexto, cuando enriquecieron y aportaron consistencia conceptual a estas reivindicaciones. Sin embargo, la teoría y la ficción en Cixous no están tan alejadas, ya que sus textos poéticos son una especie de puesta en marcha de sus propias teorías, algo así como una filosofía en acción.

Su teoría insta a una práctica: la de la escritura

Su teoría insta a una práctica: la de la escritura. Es necesario que las mujeres (se) escriban por la importancia que la autorrepresentación tiene para la construcción de la propia subjetividad. No ser escritas por alguien, sino escribir(se) desde ellas mismas. Cixous afirma que es un deseo que “tiene la violencia de un golpe, una fuerza alegre que viene de mi interior”. No una fuerza externa, sino un vector que se proyecta hacia afuera desde el propio cuerpo femenino y que consigue así desligarse de la imagen que de él se ha construido como objeto de deseo (del otro). Ya que, al escribir(se), las mujeres reconquistan el territorio de su piel y se hacen soberanas de su carne, arrancando asimismo la culpabilidad hasta entonces inherente a los placeres de su cuerpo.

Este desplazamiento las aleja de mitos como la medusa o las sirenas en los que la sexualidad femenina se asocia a la muerte (del hombre), así como de la metáfora de la mujer como “continente negro” elaborada por el psicoanálisis. Por eso, si las palabras hacen cosas, es necesario que las mujeres escriban las palabras de todas las cosas que ellas desean de sí. Además, éstas se fijan en el tiempo gracias a la escritura, una condición indispensable para la construcción de la propia historia o, como concluye Cixous, “escribir es hacer un contrato con el tiempo”. Sin embargo, a la mujer se le ha negado ese lugar de enunciación reservado a una elite masculina. Y no podemos olvidar, por otro lado, que Cixous nació en Orán cuando Argelia aún era colonia francesa, por lo que al hecho de haber nacido mujer se le sumó la dificultad de no tener raíces ni lengua legítima, como ella misma explica, “efectos de diáspora”.

Acceder a la escritura no debía hacerse desde unos parámetros impuestos y unos códigos predefinidos

Aún así, acceder a la escritura no debía hacerse desde unos parámetros impuestos y unos códigos predefinidos que organizasen un lenguaje cerrado y fácilmente transmisible. Por eso, con su práctica, Cixous transgrede este lenguaje desorganizándolo a través de lo poético, que resulta efectivo al acercarse más a lo real, en términos freudianos. Lo poético tiene que ver con las sensaciones que evoca, con las afecciones y la conmoción de los cuerpos, tiene que ver con las contracciones del alma, como ella misma describe, o con la histeria de la carne, que diría Deleuze. Y ningún lenguaje articulado podrá llegar a eso puesto que está sometido y es preso de su propia lógica y, en ese sentido, es menos verdadero. Para ella lo más verdadero es poético porque escapa del cliché y del lugar común, está en constante creación, como “la vida, que siempre está borboteando, emitiendo, emitiéndose”. Y a pesar de que siempre haya negado cualquier vocación política, toda poética es política en tanto en cuanto supone una liberación.

Es a través de esta poética que Cixous accede a la vida. Marcada por el fallecimiento de su padre cuando era una niña, la muerte atraviesa todas sus ficciones y la lleva a otros lugares. Define el duelo como un entredós, como un ser extranjero en tu propio lugar, ya que la pérdida supone un quiebre por el que de repente ya no te sientes reconocida en tu vida. Y ese entredós tiene que ver asimismo con la diáspora y con la posibilidad de ser también otredad o de tener un vínculo con ella, tal y como Cixous tiene con su gato, alegoría de esa alteridad. Una se vuelve el otro, y eso pasa de repente, porque la pérdida es imprevisible: “había muerto después sin avisarnos”. Y también dificulta volver a amar por la angustia de esa pérdida, por no querer volver a ser abandonada y ser extravío; ser un “perro de tres patas que puede correr y gritar diciendo “aun-así-existo”. De esta manera, Cixous expresa que el yo queda “empapado de tiempo: yo está entrampado de tiempo”. Esto es que la memoria se vuelve inevitable. Su magdalena es el olor a pimientos asados que la une a su hermano a través de su infancia compartida: “no morirá la niñez, nos quedará intacta”. Y, porque la memoria es en presente, se cuestiona si quizás su proyecto literario fue moldeado por la huella de su padre en su alma, llegando a la paradoja de que un padre muerto esté, sin embargo, siempre presente en la vida de Cixous.

Que Cixous aspire hoy a reconocerse más con sus ficciones que con su producción teórica no es una manera de desvincularse de sus propias ideas, sino que explica la propia evolución del pensamiento feminista y de los discursos específicos que cada época necesitó para librar sus batallas en un plano intelectual y dialéctico. Por eso, Deseo de escritura nos desvela algunos de los fragmentos necesarios para entender el devenir del feminismo, la literatura y el pensamiento del siglo XX.