Estilo. Estética, vida y consumo
Peio Aguirre
Turner, 2022
“…todo estilo comporta una decisión epistemológica, una interpretación de cómo y qué percibimos”
Susan Sontag, Sobre el estilo (1965)
La lectura de Estilo. Estética, vida y consumo de Peio Aguirre puede ser tan poliédrica como distintas se presentan las personas lectoras de este ensayo. Tal y como acostumbra Aguirre en sus textos, las nociones de la historia, la producción cultural, la arquitectura o el diseño forman parte de un mapa de dimensiones intangibles que es colectivo y que narra, como él mismo parafrasea a William Morris, “cómo vivimos y cómo podríamos vivir”. En este libro traza un hilo que atraviesa todo el siglo XX mediante la reflexión sobre el concepto de estilo y su inmersión en la vida cotidiana y los trasvases que se dan entre distintas escalas sociales —desde una inevitable perspectiva en la que producción y consumo son parámetros que condiciones la producción del ser—.
En este sentido, la cultura como práctica influye en la sociedad de una forma determinante, cada objeto que es producido ─práctico o no─ contiene una ilusión de identidad y de definición que produce una fuerte correlación entre vida, estilo y consumo. Para Pierre Bourdieu “la naturaleza de los bienes consumidos y la manera de consumirlos varían según las categorías de los agentes y según los campos a los cuales aquellas se aplican, desde los campos más legítimos, como la pintura o la música, hasta los más libres, como el vestido, el mobiliario o la cocina […]”. Es decir, la variabilidad del gusto está en sintonía con la idea de clase social. Una noción que se quiebra en la posmodernidad y en el actual neoliberalismo donde en gusto es la afirmación práctica de una diferencia inevitable, o intento de significarse como único.
La construcción de identidad es un mercado masivo de gran rentabilidad
La construcción de identidad es un mercado masivo de gran rentabilidad, que se ocupa, más que nunca, de traspasar los límites entre los periclitados conceptos de alta y baja cultura —lo culto y lo popular—. De forma que lo subalterno se vuelve mainstream y esto, a su vez, se convierte en una estilización casi escenográfica en la que el diseño, la arquitectura, la ropa, la decoración de interiores, etc., son testigos de cómo la industria cultural proporciona estilos de vida o, más apropiadamente, promesas. Así, las promesas y fracasos de los periodos entreguerras del siglo XX y las ideas de modernidad y posmodernidad también son conceptos que Aguirre problematiza en el libro, puesto que la historia como construcción temporal es la única capaz de diferenciar o de atribuir estilos. Y estos son productos de la conciencia histórica y de un proceso de reconocimiento colectivo que para Susan Sontag solo puede ser comprendido, así mismo, históricamente.
Este bucle juega con lo temporal de una forma muy posmoderna, en la actualidad es difícil definir cuál es el tiempo propio, el de una generación concreta, porque a pesar de la existencia constante de nuevos lenguajes, tecnologías y usos, el capitalismo deriva en un proceso de agotamiento a través de la acción de esquivar de forma constante el presente. La actitud esquiva va de la mano de una mercantilización que se encarga de definir sujetos, todos iguales pero con la pretensión de ser distintos a lo común que se sitúa en un epicentro cultural desmitologizado y totalmente líquido/fluido y, como diría Aguirre, ergonómico.
Una arqueología de lo moderno con el estilo y el gusto como paradigmas de la historia
El libro está divido en tres partes hiladas a través de numerosas referencias del pensamiento crítico, la filosofía, el cine, el diseño, la arquitectura, la moda o la música. A través de estos tres bloques desarrolla un trabajo de arqueología de lo moderno con el estilo y el gusto como paradigmas de la historia y, evidentemente, el estilo de vida como obstáculo capitalista. La consecución de relaciones que establece entre la música, la moda, el diseño, la arquitectura nos hace preguntarnos por lo que se traduce como estilo genuino, puesto ¿qué significa presentar algo en estado puro, sin el artificio del estilo? Esto es para Sontag, de nuevo, imposible de descifrar, ya que que hasta el esfuerzo más noble por conseguir una neutralidad o “transparencia” es, propiamente, un estilo en sí mismo.
No tener estilo es también una decisión sobre la producción del ser, así como tenerlo de forma consciente y enarbolada. El estilo es una manera de dar forma o de deformar la forma a través de múltiples adueñamientos, rituales autoconscientes y sobre todo tergiversaciones. Así la cultura contemporánea se traza mediante mercancías y productos de moda que potencian o describen a los sujetos, pero también los hace aparentemente indescifrables a ojos inexpertos. Este juego, de nuevo, de gustos, de preferencias musicales, contiene una forma de comunicación con la colectividad que recuerda a la letra de la canción Leave me alone de New Order en la que la colectividad y la individualidad están en un conflicto evidente. Es decir, el sujeto concreto y distinto junto a miles como ella/él:
On a thousand islands in the sea
I see a thousand people just like me
A hundred unions in the snow
I watch them walking, falling in a row
No tener estilo es también una decisión sobre la producción del ser
Peio Aguirre disecciona la cultura urbana, las tendencias generacionales con los productos desarrollados para cada una, así como las superposiciones y rupturas que desde la Internacional Situacionista y Mayo del 68 se van produciendo. Encuentra que con el avance del consumo las disidencias se vuelven tendencias y la suma de estas termina por mirar hacia el pasado.
En un artículo del año 2012, escribe: “La tendencia hipster reconoce el pasado como un bazar inmenso, a la vez que el punto de vista o perspectiva desde donde la historia es observada pasa a convertirse en hegemónico”. Esta hegemonía estabiliza un mercado donde siempre más es más, incluso en la actualidad de cambio climático grandes firmas de ropa como Levi´s conciben el pasado como oportunidad para ver el futuro y elimina toda posibilidad de aproximación más local, sostenible y a escala humana de consumo. En su campaña puesta en marcha desde 2020, en la que el eslogan the next best thing to vintage, se sirve del gusto por el pasado con estética noventera para que la generación Millenial luche contra el cambio climático enfundada en unos vaqueros desgastados o intercambiados gracias a otras de sus campañas, ahora llamada SecondHand, eliminando de un plumazo la disidencia y apropiándose desde una esfera de poder económico de la identificación del estilo en la construcción de un yo que se viste con códigos anteriores a sí mismo.
Estilo. Estética, vida y consumo contiene una elocuente disertación sobre el tiempo, la nostalgia y lo vintage dentro de una sociedad de consumo que da forma a una época suspendida en un tiempo, arraigada en el pasado, pero con vistas al futuro. Quizá es tiempo de hacer de la vida cotidiana una vida en el presente.