#5

Edición Impresa + digital

Idioma Español / Inglés
Enero 2020
Páginas: 93
Encuadernación rústica

Sobre el odio a las mujeres

Editorial

Los hombres que odiaban a las mujeres

Rosa Olivares

Portada UTOPÍA número 5

Las mujeres fuimos creadas de una costilla del varón. No del barro primigenio con las manos de Dios, fuimos creadas para el uso y disfrute del varón, para acompañarle, como una mezcla de mascota, esclava y juguete sexual. Dios no nos insufló la vida con su aliento, eso era solo para los hombres. Siglos más tarde Freud se dio cuenta de que al no tener pene estábamos incompletas, es decir: que éramos diferentes de los hombres y por supuesto inferiores. Porque todo lo diferente al hombre blanco heterosexual es inferior, aunque eso se iría viendo poco a poco a lo largo de la historia de la humanidad.

Una mujer siempre es un peligro y un enigma. Esto explicaría, tal vez, el odio ancestral y profundo que los hombres sienten hacia las mujeres: la misoginia

Esto explica el odio a ese ser que nos da la vida, satisface nuestros deseos, pero sigue siendo una desconocida, tal vez una enemiga. Una mujer siempre es un peligro y un enigma. Esto explicaría, tal vez, el odio ancestral y profundo que los hombres sienten hacia las mujeres: la misoginia. No hay una palabra que defina de igual modo ningún tipo de odio hacia el varón. “El odio más largo de la historia, más milenario aún y más planetario que el del judío es el odio a las mujeres” (André Glucksmann). Todo eso explica que haya miles de mujeres muertas cada año en todo el mundo por sus maridos, padres, hermanos u otros hombres desconocidos. También justifica los millones de violaciones a niñas y mujeres de cualquier edad que suceden continuamente en todo el mundo (aproximadamente diez mientras lee este texto). Explica que ganemos menos por el mismo trabajo, que nos tengamos que encargar de los trabajos con los hijos, los enfermos, y los ancianos, y cuidar de la casa, limpiar, cocinar, de la economía doméstica, de todas las labores de la casa y de la familia y de la crianza, del trabajo en el campo y, por supuesto tener hijos, sobre todo varones para que sus padres se sientan orgullosos, y alguna mujer para que nos cuide en la vejez y haga el trabajo de la casa. También conviene parecer feliz, joven y atractiva, y sobre todo callada. En todo esto la única duda es si las mujeres tenemos alma, algo que los judíos ortodoxos hoy aún niegan oficialmente, y los demás… pues bueno, más o menos.

El voto lo conseguimos con esfuerzo y paciencia. Poco más.

Como planteaba Paul B. Preciado, el problema de l