#4

Edición Impresa + digital

Idioma Español / Inglés
Octubre 2019
Páginas: 96
Encuadernación rústica

¿Qué fue de la crítica?

Este cuarto volumen de Utopía propone un análisis de las transformaciones que se han producido en el terreno de la crítica cultural —especialmente, la crítica de arte— durante las últimas décadas. Con ello, de manera inevitable, también tratamos de pensar cuál puede ser el papel de una revista como Utopía en el campo de la cultura actual. En este análisis colectivo, partimos de una sensación generalizada de pérdida del sentido histórico y peso social de la crítica. Aunque sigue resistiéndose a una definición al uso, parece que eso que llamamos crítica es algo superado, un reducto extemporáneo al que algunos se aferran recordando un pasado mejor y otros muchos consideran finiquitado sin el menor atisbo de melancolía. Los que hacemos esta revista, quizás con ingenuidad pero también con escepticismo, continuamos creyendo en la potencia de la escritura —y la lectura— como herramienta y medio privilegiado para el análisis de la realidad. Así, atravesados por los temblores de este presente convulso, esperamos que Utopía pueda consolidarse como una plataforma capaz de generar debates en torno a problemas que nos interesan y preocupan.

Editorial

Una forma de ser

Rosa Olivares

Portada UTOPÍA número 4

Empezaré por decir que esta vez, aunque lo parezca, este texto no es una editorial. En esta ocasión yo, editora y directora de esta publicación, he preferido dar un paso al lado y mirar, o mejor leer, las opiniones de otros. Tal vez yo sea una de esas figuras que aún siguen presentes, aunque su tiempo pasó, sombras de un pasado que sinceramente nunca pensé que fuera mejor que cualquier presente. Tal vez, pero lo que seguro que no soy es una lectora cómoda. No soy esa persona que va a aceptar un aparentemente debate democrático donde es obvio que no existe ni debate ni democracia. Soy una de esas personas molestas que sabe distinguir claramente y a la primera lectura entre crítica, información y publicidad. Soy una persona que viene ejerciendo la crítica prácticamente toda mi vida. Y no solamente a través de textos, foros, debates, etc. Soy una de esas personas que fastidian las celebraciones vanas y las victorias amañadas, porque vengo ejerciendo la crítica desde siempre. Desde la infancia, pasando por la adolescencia… en verano y en invierno, llueva o salga el sol. Siempre, así en la vida como en la profesión.

Ser crítico es una forma de ser, una forma de mirar, una forma seguramente equivocada y perversa, de ir por el mundo. Es un vicio y también a veces un don. En cualquier caso, una mala costumbre que te acerca al status del apestado. Por eso en el mundo del arte, de la cultura en general, se le ha desplazado del lugar pequeño y escaso de poder real que tuvo algún tiempo. En su sustitución se buscaron condottieri, esos guerreros que sirven al noble que mejor paga. Fueron los curadores (los programadores, también) los que subieron inmediatamente, alejados de un ejercicio crítico que les arruinaría un futuro de por sí bastante frágil. Realmente el poder siempre estuvo en otro lugar. Como un día me dijo un gran periodista, “la prensa no es el cuarto poder, solamente es el cuarto brazo de un solo poder”. Así, ni el crítico ni el curador nunca han tenido un gran poder, a veces un fuerte prestigio, han representado el conocimiento y a veces una cierta inteligencia, un don visionario, y algunos han realizado grandes trabajos. Algunos. La mayoría no. Ni antes, ni ahora ni después.

Para ejercer cualquier tipo de crítica hay que ser independiente, y la única independencia la da el dinero

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