Edición Impresa + digital
Idioma: Español / Inglés
Fecha: Abril 2022
Páginas: 148
Encuadernación rústica
ISSN: 1577-272-1
Versión digital ISSN-e: 1577-272-1
Aguas domesticadas
Tamed waters
La humanidad ha domado en gran medida el agua, igual que ha domado a los animales salvajes. Hemos convertido las cascadas naturales, las grandes cataratas, en fuente de energía, y hemos recogido el agua de la lluvia en pantanos, para cuando no llueva lo suficiente. Toda esa ingeniería está prácticamente oculta, pero podemos beber agua en un vaso de plástico o de cristal, con gas o sin gas. Podemos nadar en piscinas, poner unas rosas en un jarrón con agua. Ver en los acuarios a los hijos del mar en cautividad. Saltar sobre los charcos y cantar bajo la lluvia… EXIT 86 Aguas domesticadas se centra, justamente, en los usos e intervenciones que el ser humano ha hecho sobre el agua.
EXIT 86 Aguas domesticadas se inicia con un ensayo de Ciuco Gutiérrez alrededor de sus recuerdos y su vinculo personal con el agua. En este número publicamos un extenso número de dosieres. Las piscinas, como gran tema dentro del campo de las aguas domesticadas, se muestran en el trabajo de Dean West, Karine Laval, Soo Burnell, quién atiende a sus geometrías, Vari Caramés, Francisco Mata Rosas, quien nos traslada hasta México y muestra la piscina como un lugar de reunión, Julio Bittencourt, Roberta Sant’Anna, Tomoko Yoneda o Bragi Þór Jósefssonn. A las infraestrcturas que nos permiten acceder al agua, almacenarla, tratarla y moverla de un lugar a otro, se centra el trabajo de los fotógrafos Brad Temkin y Stanley Greenberg, quien concretamente se fija en las infraestructuras de Nueva York. Una mirada más abstracta hacia el agua la tiene Manel Esclusa con sus fotografías a los chorros de agua de la Fuente Mágica de Montjuic en Barcelona y Josep Maria Albero. Rut Blees Luxemburg atinede a la poética de los charcos en la noche y como estos acogen y reflejan las luces de la ciudad. Sobre urbanismo, ríos y canalizaciones tratan los proyectos de Naoya Hatakeyama y Harold Strak. Pilar Pequeño nos acerca, con mucho detalle, a los bodegones, los vasos y las flores en agua. David Goldes piensa el agua desde el experimento y su vínculo con la energía y, por último, Arthur Tress nos ofrece una mirada surrealista con el despliegue de sus imaginarios dentro de peceras.
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Editorial
Oro líquido
Rosa Olivares
Hubo un tiempo en el que la moneda más importante, lo que definía la riqueza de los pueblos y la avaricia de los humanos, fue la sal. Escasa y necesaria, la tenían los pueblos con mar, por lo general grandes comerciantes. Pero pronto hubo otras especias que, junto con el oro, el metal más preciado a lo largo de toda la historia del hombre, imponían con su escasez o la dificultad para generarlo y conservarlo los valores del mercado. El azafrán conserva su valor histórico, el mismo que el oro. Una onza de azafrán vale su peso en oro. Actualmente el litio parece que está a punto de desmarcar al petróleo, que desde el meridiano del siglo pasado se ha convertido en el marcador de nuestros vaivenes económicos y políticos. Pero cada día que pasa somos todos un poco más conscientes de que lo más importante que tenemos, el elemento esencial para sobrevivir, no es el petróleo, ni el litio, ni la sal ni el azafrán. Es algo mucho más sencillo y natural, al que todos tenemos acceso libremente, todavía, y que por lo general hasta el momento en que escribo estas líneas, es gratis. Como el sol. El agua. Tal vez mañana pueda pertenecer a una gran compañía que nos humille y controle, puede que algún gobierno pretenda dominar el mundo y a sus habitantes con su control. Pero hoy todavía llueve y aún podemos llegar al mar, desalinizarlo, podemos recoger el agua de la lluvia, de los deshielos, de la nieve, de los ríos, buscar yacimientos subterráneos haciendo un pozo con nuestras propias manos. Llueve para todos, si bien es cierto que en algunos lugares de la Tierra ya es muy evidente que el agua es un bien escaso.
La humanidad ha domado en gran medida el agua, igual que ha domado a los animales salvajes, igual que ha hecho crecer frutos y plantas en lugares lejanos a su hábitatDesde la antigüedad, desde el origen del ser, el agua y el fuego fueron la base de la vida y de la muerte, del desarrollo humano. Y los dos, el agua y el fuego, eran muy difíciles de transportar. Cuando el humano consiguió hacer fuego empezó a dominarlo, y poco después entendió que no tenía sentido llevarlo con él, que solo debería llevar las herramientas que le permitían, cada vez que lo necesitaba, hacer fuego. Pero el agua… el agua era otra cosa, no siempre había un río, un lago, una fuente, un riachuelo, y no dependía de la habilidad del hombre sino de la generosidad de la naturaleza, algo que se veía que