Revista EXIT número 40
#40

Edición Impresa + digital

Idioma Español / Inglés
Páginas: 167
Encuadernación rústica
ISSN: 1577-272-1
Versión digital ISSN-e: 1577-272-1

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La infancia es la edad de oro para la fotografía. Se calcula que la cantidad de fotografías de niños que se han tomado en la historia de este lenguaje visual supera ampliamente a cualquier otro tema o género. Las imágenes de los niños viven en los álbumes familiares, en la publicidad y la moda, en el mundo de las tragedias y de las guerras… Existen pocas cosas más efectistas que un niño en una fotografía, no obstante, las fotografías de niños también han servido para explorar esos territorios perdidos de la añoranza y de la inocencia, paraísos donde estuvimos y a los que no podemos volver.

Hugh Cunningham, profesor de Historia Social de la Universidad de Kent, Reino Unido, y autor, entre otros libros, de La imagen de la infancia desde el siglo XVII y The Invention of Childhood, traza los límites de la infancia, un concepto cambiante según la cultura y el momento histórico, y nos define también las diferentes formas de relación entre el mundo adulto y el infantil que han existido en la historia occidental: desde el esclavo, casi animal, hasta el príncipe, objeto de todos los deseos, el niño es un símbolo que refleja como un espejo las ansiedades de la sociedad.

Anne Higonnet, autora de Pictures of Innocence: The History and Crisis of Ideal ChildhoodLewis Carroll, y A Museum of One’s Own, lleva años trabajando sobre la infancia a partir de las imágenes que cada momento social construye de sus niños, con especial atención a esos momentos capturados en los que parece que la inocencia queda atrapada en las miradas y los rostros de niños de todo el mundo. La autora habla de esas biografías que construimos sobre nuestros hijos, de la obsesión de muchos fotógrafos por captar a través de la infancia de sus hijos la esencia de la infancia.

Pero, ¿realmente son felices los niños cuando les fotografiamos? ¿Hasta qué punto la infancia no es exclusivamente una construcción que hacemos los adultos a partir de una memoria perversa, de la añoranza de lo que nunca podremos recuperar, de lo que nunca tuvimos? Las miradas de cientos de niños quedan atrapadas como mariposas de mil colores en las páginas de esta revista que cumple diez años en sus manos, cruzando una línea que paulatinamente le lleva hacia la madurez y le aleja de esos años de inicio en los que todo parece posible. Michal Chelbin, Vee Speers, Nicholas Prior, Roger Ballen, Wendy McMurdo, Sergey Bratkov, Clare Richardson, Anastasia Khoroshilova, Anna Fox y Ingar Krauss son esos cazadores de miradas y de momentos en la infancia de niños que a veces son sus propios hijos y a veces absolutos desconocidos.

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Editorial

Cazar mariposas

Rosa Olivares

Portada EXIT número 40

Saber dónde empieza y dónde acaba la infancia es una tarea complicada. No es un problema nuevo, en la antigüedad se empezaron a marcar franjas de edad que con el paso del tiempo se ensanchan y eternizan, empujando a la adolescencia hasta lo que, hasta hace muy poco, era ya una edad adulta. Si con los griegos la infancia acababa a los siete años, hoy en día llega, en los países más desarrollados, hasta los dieciséis, una edad en la que la frontera con la edad adulta está marcada por los deseos sexuales y la necesidad de independencia. Igualmente, el aspecto de los niños ha cambiado profundamente. Hoy en día son como los adultos pero en pequeño, miniaturas creadas por los padres, que realizan en sus hijos un look que no siempre pueden conseguir sobre ellos mismos. O, por el contrario, los convertimos en la imagen de una infancia tópica, ideal, sacada de los cuentos infantiles y de los deseos de nuestras abuelas. Es cada vez más difícil saber si un niño tiene diez o quince años, siete o doce, por su aspecto, por sus actitudes físicas, por la insolencia o la inocencia de sus miradas. La publicidad ha justificado una tipología sofisticada de una pederastia de lujo en la que niñas hacen de modelos de ropa interior, y niños y niñas de dudosa edad nos inducen al consumo, a la lujuria y a la frustración con sus gestos y sus miradas entre inocentes y obscenas.