Edición Impresa + digital
Idioma Español / Inglés
Páginas: 196
Encuadernación rústica
ISSN: 1577-272-1
Ruinas
Ruins
Entre la belleza y el horror, entre la decadencia y la memoria de otros tiempos pasados, la Ruina emerge en nuestros paisajes más contemporáneos como un eterno referente a la historia y como una premonición catastrofista del futuro.
La incomprensible belleza de la tragedia, es el tema propuesto en su editorial por Rosa Olivares, para la que un nuevo concepto de ruina se transluce en la fotografía actual, poniendo de manifiesto la relevancia con que en ella se trata este asunto, considerándolo mucho más que un hilo conductor de un tema ampliamente tratado por los artistas en el pasado. Un tema recurrente en la Historia del Arte, toma forma esta vez a través de la fotografía artística más actual.
El placer de la ruina es el título del texto de Daniel Canogar, editor invitado en esta ocasión. Habla de la atracción que siempre ha sentido el artista, y de una manera muy especial el fotógrafo, hacia la ruina, hacia la catástrofe, de cómo la belleza y el planteamiento estético supera la tragedia y la decadencia. De ese aspecto de documento en transformación permanente. Plantea en su texto una revisión del concepto de ruina desde la Antigüedad Clásica hasta la actualidad, haciendo hincapié en trabajos fotográficos de la envergadura del realizado por Charles Marville en el París del XIX, hasta la labor de Gordon Matta-Clark como artista activista sobre las ruinas.
La memoria de las ruinas es el texto de Rebecca Solnit que cierra este número. De manera profética, Solnit, hace un recorrido por varias e importantes ciudades americanas como Nueva York o San Francisco, donde la tragedia y la desidia, han convertido en estratos ya sepultados la vida allí transcurrida. Además de estas aportaciones teóricas EXIT #24 Ruinas reúne trabajos fotográficos del momento que tienen la ruina en sus diferentes acepciones como tema.
Dossieres Archivo
Visor Online
También en ISSUU
Editorial
La incomprensible belleza de la tragedia
Rosa Olivares
La sociedad actual no solamente se dedica a fomentar el negocio de la belleza artificial, algo mucho más rentable que la inteligencia artificial, a base de cremas y afeites de todo tipo para ella y para él, operaciones quirúrgicas, gimnasios, etc., toda esta arquitectura de la belleza artificial, preámbulo de la decadencia más real, convive en paralelo con la transformación simbólica del desastre en un producto asimilable por el ciudadano medio. Para la elite intelectual este desastre, la tragedia en la que vivimos, adquiere categoría estética.
La ruina simboliza en la historia del arte, de la filosofía o de la literatura, es decir, en la historia cultural del ser humano, aspectos nobles, de transformación, de mejora, de memoria, de renovación. Se hace ver, desde el Renacimiento hasta nuestros días, que la ruina no sólo tiene una belleza intrínseca, sino que se convierte en un referente romántico, en una representación del desarrollo, en conceptos diferentes siempre positivos a lo largo del tiempo. Pero hoy en día todavía seguimos admirándonos de que las consecuencias del paso del tiempo, de la destrucción del hombre, de los restos de los desastres naturales puedan ser remarcables por su belleza, por su intensidad estética, por su aspecto regenerador. Olvidando casi siempre, tal vez por su excesiva presencia, la tragedia que la provocó. En un proceso publicitario imposible, los medios de comunicación intentan que, en una sociedad en la que la juventud, lo nuevo, la belleza, y últimamente la salud, son los valores centrales, la “arruga sea bella”, la decadencia atractiva, lo antiguo coleccionable y la muerte sea vista como algo que al parecer les pasa a los demás, generalmente lejos. Sin embargo, nunca anteriormente, la destrucción, la tragedia, y por lo tanto la ruina contemporánea, ha estado más visible, ha sido más cotidiana, más inevitable y ha estado más presente en nuestra memoria visual que en el momento actual. No estoy hablando de la ruina clásica que pintaba Claudio de Lorena situando un resto arquitectónico de algún palacio o templo entre frondosas arboledas abandonadas, cerca de un lago o un río. No hablo de una construcción simbólica, intelectual, ya sea esta a través de la pintura o de la literatura. Hablo de lo que vemos cada día en la prensa y en la televisión. Hablo de la ruina real que vemos después de un bombardeo o en un país en guerra, de los montones de madera y basura que antes f