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Manuela Moscoso: “Me interesa ser una curadora de prácticas y no de objetos”

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Retrato de Manuela Moscoso. Fotografía de Jacobo Braun.

La 21ª edición de la Bienal de Liverpool, uno de los eventos artísticos más relevantes de Europa, ha abierto hace apenas unas semanas. Poco antes de inaugurar, la comisaria Manuela Moscoso nos recibe para relatarnos la experiencia de organizar una edición marcada por un retraso de un año, además de proyectos previos que han influido sobre manera en su práctica como curadora. A través de proyectos colectivos o con un amplio enfoque colaborativo, Moscoso ha establecido una concepción del comisariado como disciplina generadora de conocimientos otros.

Manuela Moscoso ha desarrollado su amplia trayectoria como comisaria independiente a caballo entre su país natal, Ecuador, y otros países como México, Estados Unidos, Brasil, España y ahora Reino Unido. Ha sido comisaria jefe del Museo Tamayo en Ciudad de México, comisaria asociada para la 12ª edición de la Bienal de Cuenca, co-fundadora del Programa Zarigüeya/Alabado en la Casa del Alabado y co-directora de Capacete, un programa de residencias ubicado en Brasil.

Jorge Van den Eynde: Para empezar, ¿nos podrías describir esta edición de la bienal y los principales objetivos? 

Manuela Moscoso: Esta edición se ha desarrollado durante tres años con el objetivo de tomarme el propio formato de la bienal como una forma de investigación. La manera en la que yo entiendo la curaduría es la de ser una curadora de prácticas y no de objetos, quiero generar una pregunta y no un tema. No estoy interesada en crear una bienal en el que los artistas responden a un tema paraguas, tampoco en producir ningún tipo de impromptu o de provocación, más bien me interesa hacer preguntas y pensar en qué artistas podrían responder a lo que me estoy planteando. Hay que tener en cuenta que, cuando comienzo a trabajar en el proyecto allá por 2018, Bolsonaro llega al poder en Brasil. Esto fue un momento muy duro para cualquier latinoamericano. Aunque ya se estaba orientando hacía la derecha, Bolsonaro tenía un proyecto civilizatorio muy oscuro, muy negativo, muy facha. Esto supuso que, con su llegada, mucha gente se volviera vulnerable, la gente no conectada y no eurocentrista, la naturaleza también se vio debilitada.

En 2018 estábamos en shock, era tratar de entender, de hacer. En los últimos diez años de mi vida estuve investigando sobre estos tipos de agenciamientos colectivos y sobre qué entendíamos por cuerpo. En la bienal me quería concentrar en esta idea del cuerpo, de dónde viene, para qué sirve y cómo hemos llegado a esta concepción eurocentrista.…

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