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Efecto fundido: la fascinante obsolescencia de las diapositivas 35 mm

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Diapositivas analógicas

Hace quince años, en Nueva York, en un mercadillo sabatino a una manzana de mi estudio, encontré dos cajas metálicas llenas de diapositivas anónimas de gran formato que sin duda eran obra de un fotógrafo profesional y que no llevaban más descripción que una etiqueta DYMO roja con las palabras “Extras 1967-C to York” (Extras 1967-C a York). Las diapositivas documentan lo que parece haber sido un viaje en coche por la campiña inglesa. Un día, decidí escribir un relato siguiendo el orden exacto de las diapositivas en la bandeja y llevo varios años con esa práctica: comprando colecciones de diapositivas desechadas pertenecientes a desconocidos y usando las diapositivas en el mismo orden en el que se encontraron como instrucciones para escribir un texto forense coherente.

Fotógrafo sin identificar, Extras 1967-C to York

Lo que me mueve no es tanto un deseo detectivesco amateur de averiguar algo sobre el dueño anónimo, sino la cuestión de lo que puede deducirse de una secuencia de imágenes a caballo entre la obra de arte y el objeto arqueológico.

Como miembro de la última generación analógica, siempre he sentido una fascinación genuina por el aspecto tangible y probatorio de la documentación mecánica y no tanto por el que ofrecen las técnicas digitales, que son hileras de ceros y unos que cuesta visualizar y aún más entender que puedan dar como resultado imágenes, sonido, etc.

Mi familia, como muchas otras, tenía un proyector y cajas de diapositivas que, al igual que las películas caseras, documentaban acontecimientos especiales a la par que ordinarios de la vida familiar: cumpleaños, bodas, vacaciones, etc. Las más antiguas, conservadas en cajas de metal, eran colecciones de fotos que mi abuelo había tomado en 1951 durante un viaje a Europa y cada vez que tenía la oportunidad aburría a los invitados que iban a cenar a su casa con conferencias sobre sus viajes (en las diapositivas nunca aparece gente ni hay una sola fotografía suya, aunque sí hay una imagen interesante del pueblo de Helguera, en Cantabria, que visitó).

Pueblo de Helguera

Quizá fueran esas conexiones biográficas además de mi interés en las cualidades físicas de lo analógico lo que me llevó a las grabaciones fonográficas en lugar de al blue ray y, con el tiempo, a enfoques presenciales de creación artística en vez de a la comunicación a larga distancia. Sin embargo, a efectos prácticos, de las diapositivas 35 mm me olvidé enseguida, al igual que la mayoría de quienes, como yo, formábamos parte del circuito de conferencias sobre arte.…

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