En los últimos años hemos visto crecer una preocupación racial por los “cuerpos de enunciación” que operan en el sistema global del arte y la cultura: artistas, curadores, productores, etc. Si bien desde los años 70, en el mundo francoanglosajón, con el giro multi e intercultural, ha existido una pregunta sobre las representaciones raciales, en el tiempo reciente hemos visto cómo se ha planteado, tal vez de una manera radical aunque soterrada, una preocupación antirracista y reparativa en el “dar la palabra” a quienes Frantz Fanon llamaba “los condenados de la tierra”1Fanon, Frantz, Los condenados de la tierra, trad. Julieta Campos. México DF: Fondo de Cultura Económica (Obra original publicada en 1961), 1963.
En este sentido, diferentes museos, bienales, festivales o centros culturales han comenzado a plantearse preguntas, por ejemplo, en relación a la presencia de artistas indígenas o negros en sus colecciones, adquiriendo obras. Estas instituciones asimismo han comenzado a abrir sus programas expositivos y de actividades públicas fuera del lugar blanco y del norte hacia voces y trabajos racializados. He tenido la oportunidad de participar de este proceso a partir de mi trabajo curatorial, con muestras como El robo del dolor (2023), curada junto a Lucía Egaña en el Museo Nacional de Bellas Arte de Santiago (Chile), que se planteaba desde la idea de que “el extractivismo es un sistema que opera en el uso y abuso de los recursos naturales de la tierra, pero también en el agotamiento de las epistemes y los afectos colectivos de las comunidades subalternizadas. Entender esta pena perpetua del colonialismo implica asumir que el extractivismo, el cambio climático y la crisis ecológica actuales no tienen que ver con algo contemporáneo sino con una larga memoria del dolor de la tierra asociada a la modernidad, al colonialismo y al racionalismo”2Egaña Rojas, Lucía y Francisco Godoy Vega, El robo del dolor, Santiago: MNBA, 2023, p. 11.
El ámbito de las bienales se ha convertido en un espacio relevante en esta disputa por los lugares de habla y por la “representación” de aquellos cuerpos marcados por la herida colonial
Así también ha ocurrido con la exposición Todos los tonos de la rabia. Poéticas y políticas antirracistas (2018), curada junto a Carolina Bustamante en el MUSAC de León, que se proponía desde “una pluralidad de voces racializadas que se rebelan sin tapujos o eufemismos ante los sistemas que perpetúan el racismo para abrir un espacio a visualidades y textualidades negras, moras, del este y sudakas que revelan, desde el antirracismo político, la pervivencia del orden colonial y ponen en evidencia la falsa neutralidad de la ideología euroblanca.…
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