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Artista mexicano blanco

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Pedro Lasch, Abstract Nationalism & National Abstraction, 2001/2014. Cortesía del artista

En otoño de 2021, la artista Xaviera Simmons, que es amiga mía, me llamó para invitarme a colaborar en un artículo sobre la raza como parte de un número de una revista en el que participaba como editora invitada en colaboración con Art Basel Miami. Después de cierto debate sobre cómo abordar la cuestión, nos centramos en el tema de la blanquitud. Nuestro razonamiento era que, siempre que se aborda el incómodo tema de la raza en el mundo artístico, el peso de la conversación recae de manera inevitable en los artistas racializados. Por eso, pedimos a artistas que fueran blancos y hombres que hablaran del lugar que ocupa la raza en su pensamiento. Incluimos a artistas que se identifican como blancos, como Matthew Day Jackson y William Powhida, así como a artistas que tienen aspecto de blancos pero provienen de un contexto étnico complejo, como Michael Rakowitz, que tiene ascendencia iraquí y judía, e Ishmael Randall Weeks, que, como yo, es hombre, latino y blanco.

El artículo armó mucho revuelo. Cierto crítico blanco que vive en gran medida proscrito y sin seguidores como un trol en el gulag de las redes sociales exigió que demostráramos nuestras credenciales investigativas y formuláramos una definición académica de la blanquitud. Fue divertido ver a un whitesplainer de manual reivindicar su derecho a salvaguardar la blanquitud precisamente cuando quien escribe sobre ella es blanco.

Sin embargo, debido a la extensión del artículo y a nuestro papel como entrevistadores, yo no tuve la oportunidad de abordar mi propia relación con la blanquitud, un tema que por lo general ha sido un caballo blanco (valga el juego de palabras) de batalla durante toda mi vida. Así que, siendo plenamente consciente de que voy a brindar otra oportunidad para que me regañen y me vigilen unos guardianes con exceso de celo, por la presente ofrezco una tardía coda personal a ese artículo.

Siempre que subo a un taxi en Nueva York y entablo conversación con el taxista, entro en una dinámica familiar que comienza con el conductor intentando descifrar mi acento. Mi origen étnico es difícil de adivinar a simple vista. Me han tomado por español, griego, argentino, francés, croata, polaco, judío ruso y creo que incluso una vez me tomaron por indio. Cuando revelo que soy de México, sé que seguirá el inevitable “pero si no pareces mexicano”. Acostumbro a señalar que los mexicanos no somos solo blancos, sino que también los hay negros y asiáticos, pero sé que la respuesta resultará insatisfactoria.…

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