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Bruce Nauman, Walking in a Exaggerated Manner Around the Perimeter of a Square, 1967-68

Cada año, después de las vacaciones de verano, con el regreso de la cotidianeidad y la obligación (para la mayoría) del regreso al trabajo, el mundo del arte se lava la cara, se cambia el peinado, estrena algo como si fuéramos todos de boda e inicia una nueva temporada. Para nosotros, esta población mundial de millones de ilusionados, depresivos, experimentados y novatos, aficionados, profesionales y mediopensionistas, el año empieza en septiembre y acaba en junio. En medio nos quedan tres meses para lamernos las heridas y hacer planes que, con casi toda seguridad, nunca pondremos en marcha. En todo el mundo, en todo este mundo nuestro, desde Berlín a Madrid, desde Ciudad de México a Viena, desde Milán a Valencia, se organiza un evento que convoca a los amigos y a aquellos hambrientos de inauguraciones y de arte a partes iguales: el weekend gallery, la “apertura”, llámese como queramos llamarle, consiste básicamente en que, prácticamente, todas las galerías de una ciudad abren sus puertas para la nueva temporada en el mismo día, en un acto inaugural que se extiende en kilómetros y en el que nadie puede honestamente decir que ha visitado todas las galerías, algo imposible en un solo día por mucho minibús gratuito que se ponga al servicio de los ansiosos visitantes, por más que se alarguen los horarios de cierre. Decenas de exposiciones preparadas con nerviosismo y la mejor de las intenciones, con las ganas y un cierto convencimiento de que sí, de que este año es el año; de que la crisis ya va a pasar, de que por fin ese curador tan importante se va a fijar en mi obra, de que los coleccionistas reacios en venir por estas zonas, reacios de comprar sólo promesas, se van a entusiasmar con nuestra oferta. Desde aquí, de corazón, quiero decirles a todos, alemanes, austriacos, valencianos, madrileños, mexicanos y de cualquier otro lugar del mundo, que les deseo suerte, éxito y que consigan todo eso que, más o menos, inconscientemente desean.

Por desgracia ni los científicos ni los gobiernos valoran ese esfuerzo sobrehumano

Desde aquí, de corazón, les reconozco mi más profunda admiración por esa intensidad, por esa fuerza inexplicable para mí, por ese afán de año tras año volver a empezar, volver a intentarlo con deseos y ganas renovadas. El esfuerzo de cientos de galeristas, muchos de ellos golpeados seriamente por una crisis interminable que va mucho más allá de una crisis económica y las ganas de miles de artistas que no se desaniman nunca, o casi nunca, pase o no pase lo que tenga que pasar, es admirable.…

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