anterior

Vivir entre arte

siguiente
Cornelius

Montserrat Soto. Paisaje Secreto 8, obra galardonada con el Premio Enaire

Coincidiendo en el tiempo, en una misma semana, hemos asistido como espectadores a dos situaciones muy diferentes de lo que se podría definir como ”vivir entre arte”, algo que sólo pueden hacer los coleccionistas (grandes o pequeños), aquellos que trabajan en museos y, por supuesto los artistas. Los artistas son los que crean, por lo tanto su relación con la obra de arte es distinta a la de cualquier otra, es, por decirlo de alguna forma, algo natural e inevitable. En la misma semana hemos asistido a la inauguración del museo Jumex en México DF y a la confiscación por parte de la policía alemana de la inmensa colección de obras de arte que Cornelius Gurlitt tenía en su casa en Munich. Cornelius (un nombre y una historia sin duda para un cuento de finales del siglo XIX) vivía literalmente con el arte, solamente con sus cuadros de Chagall, Matisse, Lieberman… como él mismo afirmó en sus escasas declaraciones a la prensa “Yo sólo quería vivir con mis cuadros”. Porque obviamente eran sus cuadros, heredados de su padre (director de museo, coleccionista, uno de los introductores en Alemania del arte moderno, y posteriormente, al parecer, colaborador necesario del nazismo) y aquí no voy a entrar en cómo consiguió esta colección extraña y millonaria, y hablamos de más de mil millones de euros. Cornelius había crecido entre estos cuadros, los tenía colgados en su apartamento de escasos cien metros cuadrados. Vivía sin opulencia, solo y discretamente, sin Internet y casi sin usar el teléfono. Los cuadros, sus personajes, el arte, eran su única compañía y prácticamente su única familia en su autoexilio interior en una ciudad que detesta.

Cornelius tenía cuadros en los armarios, sus favoritos en el dormitorio y en la salita donde pasaba casi todo el día

En México centenas de personas han asistido a la inauguración de un edificio realizado por uno de los arquitectos especializados en Museos más destacado del mundo, David Chipperfield (restauración del Neues Musuem de Berlín, Museo Gotho de Tokio, del Figge en Iowa, entre otros), casi siete mil metros cuadrados en una excelente zona de la capital mexicana; de mármol, jardines y terrazas. Entre las líneas que han leído un poco más arriba y estas han transcurrido casi un siglo, ya no hay Chagall o Picasso en las paredes, ahora son Koons, Warhol, Hirst los que cuelgan en en esas salas lujosas y perfectamente climatizadas entre las que van a vivir sólos, entre excepcionales medidas de seguridad y conservación.…

Este artículo es para suscriptores de EXPRESS

Suscríbete