Las cosas casi nunca suceden como nosotros queremos. La verdad es que el mundo no funciona como nos gustaría, o tal vez sí, pero nosotros tenemos un papel equivocado en esta historia. Es decir, vivimos (me refiero a “nosotros”, todos los que podamos leer este texto) en un mundo donde el mercado es el amo, donde el mundo del trabajo, la educación, la sanidad, todo, y por supuesto también la cultura y dentro de la cultura el arte, está sujeto a los intereses de mercado. No me refiero, por supuesto, a la creación. La imaginación, el ingenio y la capacidad creativa del hombre es prácticamente lo único que realmente es libre. Pero el mercado marca la producción, el precio (que no el valor), y define aquellos que pueden comprar, incluso a los que pueden vender. Nos guste o no esto es así. También es cierto que alcanzar una sofisticada educación de primera, dominar idiomas… sólo está al alcance de unos pocos entre nosotros. Es el mercado, señores. Un gran MERCADO en el que todos somos productos, la mayoría productos desechables. Entonces, si esto es así y el mercado define y marca nuestros rumbos desde las Bolsas de todo el mundo, hasta las lonjas de pescado, las esquinas donde los yonquis venden, mercadean, con su producto y nuestras vidas, entonces ¿por qué nos escandalizamos de que el arte se venda y se compre en una feria de arte? Nunca he entendido esa furia contra unas ferias que, en el peor de los casos, pueden ser simplemente prescindibles. A mí, por ejemplo, no me interesa en absoluto el mercado de embarcaciones náuticas, pero no me desespero ni irrito cada vez que se celebra alguna feria con las últimas novedades en yates. Simplemente no voy, no leo nada sobre ellas. Paso olímpicamente. El único mercado por el que protestaría, lucharía y saldría a la calle a darlo todo es el mercado humano, ese que vende mujeres, niños, hombres, en todo el mundo sin que parece que levante tantas ampollas en gran parte de la sociedad que piensa que eso es historia. O ese cruel y oculto mercado de animales exóticos o domésticos en todo el mundo. Los mercados de cuadros, coches, turismo, bodas, moda, etc., si me interesan los sigo, si no simplemente los ignoro. Porque sé que no puedo acabar con el mercado de la moda ni con el de prácticamente nada. Y porque en una sociedad como la nuestra lo primero es aprender las reglas para poder sobrevivir y después, si nos queda tiempo y fuerzas, intentar cambiarlas.…
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