Esta semana pasada se inició una campaña contra el IVAM que venía gestándose desde hace tiempo, recogiendo un malestar público que viene ya desde hace años creciendo no sólo en Valencia sino en toda España. El manifiesto “En defensa del IVAM”, firmado por varias asociaciones profesionales (ver Hemeroteca en esta misma web) de críticos y artistas pero no por la de directores de museos o de galeristas, por ejemplo, cuestiona duramente la labor de Consuelo Ciscar como directora del IVAM durante ya más de diez años y pide que sea destituida y se convoque un concurso para elegir un nuevo director.
Dejando al margen mi fe en “las buenas prácticas”, que no se deberían limitar a un concurso limpio, es más que evidente que Consuelo Ciscar hace ya tiempo que debería haber dejado el cargo y haberse situado en otro lugar del mundo de la gestión cultural. Su labor, lamentablemente, será juzgada solamente por su mal papel como directora del IVAM, olvidándose de su buena y oportuna gestión al frente del consorcio de los museos de la Generalitat valenciana, no olvidemos que el lanzamiento del Centre d’Art Contemporani de Castelló, con Josep Miquel Cortés al frente, fue una jugada suya, y que ella fue la pionera de llevar el arte español (si bien tal vez no el más adecuado ni de las formas más apropiadas) al exterior. Son muchos los que le deben favores y muchos los que se han llenado los bolsillos con sus encargos y sus privilegios, entre ellos ilustres catedráticos y profesores de universidad y críticos de arte que hoy callan. Porque si es cierto que su gestión ha convertido al que fue un centro pionero de la nueva situación social y cultural de España en una caricatura de si mismo, que no es tenido en cuenta ni para itinerar exposiciones dentro de España, no ha sido ella sola la que ha llevado al IVAM a la lamentable situación que ahora vive. Han sido y son muchos los que se han aprovechado de su ignorancia artística y de su generosidad económica. Hay que recordar una larga lista de de artistas locales,críticos y comisarios,funcionarios, y un largo etcétera en el que brillan muchas de las lumbreras de la cultura valenciana (y alguna que otra bombilla fundida de Madrid) que sin duda una vez cobrados sus altos precios, callan y miran hacia otro lado, como si ellos no tuvieran ninguna responsabilidad.…
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