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This Must Be The Place

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© Leandro Katz

Es lo que pensaron una serie de artistas latinoamericanos en la década de los sesenta cuando pensaron en Nueva York, y allá se fueron. Para la mayoría no resultó ser el lugar adecuado. Para otros tal vez sí. París fue “ese lugar” durante décadas. París era el lugar donde había que estar hasta hace relativamente poco. Por la capital francesa pasaron artistas de todo tipo, por miles, durante años. Y dentro de “ese lugar” había otros pequeños lugares indispensables donde había que estar, donde tenían que verte, donde tú debías ver a los otros que como tu pensaban que ese era exactamente el lugar donde había que estar. Barrios, cafés, discotecas, esos lugares donde se socializa, y también academias, escuelas… prácticamente todas las artistas del siglo XIX pasaron por la misma Académie Julian, generando asociaciones, amistades, y también claro está, enemistades.

El siglo XX eligió Nueva York, en Estados Unidos, un país nuevo, un continente alejado de una Europa siempre en guerra

Como el mundo gira imparable, el lugar, una idea simbólica más que un punto concreto entre coordenadas exactas, cambia de sitio regularmente. El siglo XX eligió Nueva York, en Estados Unidos, un país nuevo, un continente alejado de una Europa siempre en guerra. Un sitio por hacer donde todo podía suceder, hasta el éxito. Un oasis. Y nuevamente los artistas de todo el mundo se pusieron en marcha, muchos de ellos desde París en la vieja Francia, otros más jóvenes, jóvenes de sucesivas generaciones con similares ilusiones, de sus países alrededor de todo el mundo. Algunos de lugares muy cercanos, como es el caso de tantos latinoamericanos que cruzaron unas fronteras recién construidas que cada vez les iban excluyendo más y más. Una ilusión, siempre una ilusión.

París y Nueva York siguen manteniendo ese aroma de los elegidos, de algo que sin tener ni cuerpo ni definición exacta, se conserva después del triunfo

El siglo XXI todavía no ha elegido un lugar especial para convertirlo en “el lugar”, y mientras eso sucede son muchos los lugares que toman ese puesto como en una carrera de relevos. Pudo parecer que sería Berlín, pero fue algo imposible, Berlín siempre está ahí, esperando su oportunidad, que nunca acaba de llegar, convirtiéndose en una opción siempre más oscura, más radical, mas underground, alejada de esa oficialidad institucional que adquiere “el lugar exacto”. París y Nueva York siguen manteniendo ese aroma de los elegidos, de algo que sin tener ni cuerpo ni definición exacta, se conserva después del triunfo.…

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