El mundo, el micro mundo, del arte actual está formado por una sociedad conservadora y reacia a los cambios. Cualquier pequeña cosa afecta a este grupo de gente que nunca se siente realmente segura y por eso no saben reaccionar a cualquier movimiento inesperado. No hay nada que altere más a este mundillo de modernos que la innovación y la autocrítica, porque como todo sector conservador está exento de sentido del humor. Esta tenacidad en no cambiar nada, en que todo siga siendo más o menos igual, es su gran debilidad. Es la inseguridad.
La última “sorpresa” fue el plátano, la banana, que Maurizio Cattelan pegó a la pared de un stand de la feria Miami Art Basel de principios de diciembre, con cinta americana. ¡Que escándalo! ¡Qué tontería! Y qué brillantez en la metalectura que al parecer nadie se ha molestado en hacer. Este tipo de sorpresas suceden sistemáticamente en el mundo del arte, y suelen tener su raíz en una crítica interna por parte de algún artista especialmente brillante y especialmente aburrido de como son las cosas en Artelandia.
Si todo lo que hace un artista es arte, su propia mierda es la más asentada de sus obras, no hay que escandalizarse
Han sido muchos, desde Manzoni con su mierda de artista, los que han intentado ofender al mercado y por extensión a la santa madre iglesia del arte: el público. Ese público que no tiene ningún poder, pero hace ruido y se asusta grotescamente del precio de las cosas, cuando no entiende su valor y pagan fortunas por unas cosas que se rompen con facilidad y que realmente no valen lo que cuestan.
No sabemos realmente si lo que hay en latas de mierda de artista de Manzoni es mierda de verdad, pero da igual. ¿Cómo se atreve a envasar mierda y a venderla como si fuera una obra de arte? Si todo lo que hace un artista es arte, su propia mierda es la más asentada de sus obras, no hay que escandalizarse. Contra la mitomanía, contra la estupidez nada mejor que los artistas. Otra cosa fue Marcel, Marcel el que nunca afirmó ni negó la autoría de La Fuente (1917), su autor Richard Mutt, era el seudónimo de la baronesa Elsa von Freytag (Polonia, 1874-París, 1927) ese urinario que se convertiría en la piedra angular del cambio del arte actual. Una obra muy superior a toda su auténtica obra, un guiño inteligente que nunca podría haber sido realizado por un hombre asustado, conservador e inmovilista como era Marcel Duchamp.…
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