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Solo un cuerpo

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Frieda Riess, Der Boxer Erich Brandl, 1925. © DAS VERBORGENE MUSEUM, Berlin.

Fue Leonardo Da Vinci quien estableció el canon humano como la medida perfecta (*). Se supone que la medida de nuestros brazos extendidos, desde la punta del dedo corazón de la mano derecha hasta el dedo corazón de la mano izquierda, es la misma que de nuestra altura desde la planta de nuestros pies al tope de nuestra cabeza. Y si trazamos un círculo que nos abarque con los brazos extendidos, ese círculo será perfecto y el centro exacto estaría en nuestro ombligo. Por eso nos creemos que somos el ombligo del mundo. Algunos se creen perfectos. Pero realmente solo somos un cuerpo. Un amasijo de carne, hueso, vísceras y sangre, y pelo y piel, que fue una vez un recipiente de alegría y tristeza, de deseos y pensamientos, de frustraciones y ambición. Un cuerpo y todo lo que puede contener es ya un mundo en sí mismo.

Es algo inexplicable, pero al parecer es algo que afecta a todas las madres que han sido, son y serán

Cuando vemos un cuerpo destrozado en una guerra cualquiera, en un accidente de coche, vemos fragmentos de ese cuerpo que ayer pudo ser perfecto. No vemos, así a simple vista, ningún pedazo del alma. Claro que por eso se dice que el alma abandona el cuerpo cuando este muere. Eso sí que es un ejemplo perfecto de hacer “mutis por el foro” (**) que para los más jóvenes es el equivalente a despedirse a la francesa, es decir, sin decir nada a nadie. El caso es que cuando las madres llegamos al octavo mes de embarazo, empezamos a obsesionarnos con que el futuro bebé esté completo, que no le falte ningún dedo en los pies, por ejemplo. Es algo inexplicable, pero al parecer es algo que afecta a todas las madres que han sido, son y serán. Las mismas que una vez superada la prueba del parto cuentan detenidamente todos los deditos de pies y manos, controlando que ni falte ni sobre nada. No se tienen noticias de que ninguna madre haya buscado nunca la huella del alma, ni del espíritu ni de nada que no sea tangible y visible. No se puede negar que los humanos somos materialistas hasta en privado.

Una vocecita te dice que te conformes con tener todos los dedos y todo lo demás y que lo que está fuera del equipaje de serie se paga aparte

El cuerpo que tenemos es lo que somos porque todo lo que somos está en él.…

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