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Sobre la fragilidad

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fragilidad

Marcel Duchamp. Air de Paris, 1919. Réplica elaborada en 1939.

Nadie puede negarse a aceptar que vivimos tiempos de cambio, tiempos de crisis no solamente económicas, sino también culturales, sociales, personales. La depresión vuelve a ser una palabra utilizada habitualmente en nuestras conversaciones. Toda esta situación cada vez más inestable, en la que unos sufren y otros se benefician, nos remite a un estado de extrema fragilidad. Algo que el arte contemporáneo lleva ya tiempo anunciando. Estamos en la última década viviendo en una segunda etapa de la desmaterialización del arte. Ya se superó la idea del inicio del arte conceptual, cuando la obra se veía sustituida por el concepto, en un desarrollo que tendía a otorgarle un nuevo cuerpo a la idea para que pudiera ser objeto de arte y así el mercado pudiera seguir organizando nuestras vidas artísticas y culturales. La desmaterialización actual es más bien la demostración impúdica de una fragilidad formal y conceptual, no exenta de belleza pero si cada vez más perdida en un sinsentido que la aleja de todo contacto con la realidad, sea esta cual sea.

Es cierto también que si nos asomamos a una ventana abierta a lo internacional podemos ver cómo un desfile impresionante de curadores de medio pelo, con currículos tan frágiles como su propio discurso, cobran más trabajando para galerías que para museos, seleccionando secciones para ferias de arte que escribiendo textos teóricos o de cualquier otro tipo, ya sea en libros o revistas especializadas. Una muestra evidente de la fuerza del mercado sobre la fragilidad del pensamiento. La actitud crítica solamente nos llevará al ostracismo y, tal vez, a la miseria. Nadie querrá a aquel que escriba su opinión, y mucho menos si esa opinión se acerca a una cierta verdad. Y la verdad es que el mercado se está preparando para una nueva etapa en que, finalmente, ya la obra de arte pueda ser sustituida por un objeto aleatorio, sobre el que la mano o la mirada del artista se haya posado sutilmente. El resto del trabajo (puesta en escena, aura de belleza, promoción, discurso… todo, incluida una buena cartera de clientes y un prestigio nunca sometida a la prueba del 9) lo hará una galería bañada en éxito y dinero con la ayuda de un excelentemente pagado curador joven, bien pagado y con un criterio maleable a la par que aleatorio, eso sí, vestido de Hugo Boss y a poder ser atractivo en su andar. Cierta pátina cultural se recomienda.…

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