Hablamos con frecuencia de dinero en el mundo del arte. El dinero define el valor económico, el precio, de casi todo lo que se puede vender y comprar, o por lo menos vender. Pero pocas veces hablamos de los ricos, esos seres que casi parecen de otro planeta, que se gastan una pequeña parte de su dinero en el arte.
Estoy hablando de ricos riquísimos, de los que no aparecen en la prensa del corazón, que vuelan en sus aviones privados y que les importa un higo el tema ese del clima, porque ellos no van a cambiar esos aviones tan cómodos para ellos solos y sus amigos por un billete de primera clase en un avión comercial lleno de gente, niños, con sus controles, sus retrasos, su comida de mierda, etc.
Muy poca gente lo haría, la mayoría de ustedes, queridos lectores que hoy han decidido perder un poco de su tiempo leyendo estas líneas tampoco lo haría en caso de tener un avión a su servicio, y que el precio del combustible, piloto, mantenimiento y un largo etcétera, no les preocupara lo mas mínimo. Es decir, si usted fuese rico, riquísimo. Yo tampoco lo haría, casi con toda seguridad, no se preocupen, yo les entiendo. Luego esos ricos riquísimos lavaran la poca mala conciencia que tengan con apoyos a fundaciones, a museos, a causas de las que nada saben pero que les harán ser modelos de ciudadanos.
Debo decir, antes de seguir, que mi modelo de rico siempre fue el tío Gilito. Ese tío del Pato Donald que se bañaba en una habitación llena de monedas de oro. Era un rico imposible y simpático. Ahora ya veo que no era tan rico, y aunque sigue siendo mi rico favorito hay que reconocer que no es un modelo habitual de riqueza.
Se esconden de la luz como los vampiros, compran en subastas por teléfono o con intermediarios, ni siquiera van a las exposiciones a ver los cuadros que comprarán
Un rico de verdad es ese señor que lleva unos zapatos en los que parece que nunca se ha introducido un pie, sin una arruga y con esa limpieza que solo tiene lo nuevo. Igual que los zapatos le gustan las cosas nuevas, a poder ser sin estrenar, desde los coches a las mujeres. El rico de verdad nunca pide el plato más caro de la carta, y no pregunta el precio de lo que compra.…
Este artículo es para suscriptores de EXPRESS
Suscríbete