Todos sabemos que estamos en tiempos de crisis. Todos sabemos que el dinero, aunque siga estando donde siempre, más o menos, tiene miedo de salir a escena, que unos por unas razones y otros por otras, procura no cometer gastos excesivos porque, como ya hemos dicho hasta el aburrimiento, estamos en crisis. Sin embargo, las ferias de arte parecen vivir en otro planeta o en otro tiempo. No sólo se multiplican como setas, como si los tiempos fueran los propicios, sino que cada vez son más caras para los expositores, más caras para el visitante y, como consecuencia, más caras para el comprador.
Empecemos por el comprador. No hace tanto el coleccionista sabía que tenía una serie de citas anuales para poder comprar en ferias, aunque los buenos coleccionistas, por supuesto, no compran solamente en ferias; pero dado que cada vez la feria te facilita el acceso a más obras, a más galerías, a más descuentos, ese comprador se ha ido habituando a la feria. Cada vez más, y desde la etapa de Samuel Keller en Art Basel se ha convertido en ley, las ferias vienen acompañadas de fiestas y todo tipo de privilegios para esos compradores que han devenido en VIPS, Very Important Persons. El uso de unas tarjetas VIP que antes no hacían falta, pues los coleccionistas no necesitaban de tarjetitas de plástico para entrar en ningún sitio, pues tenían una cosa que se llamaba invitación personal, ha creado una especie de jet set del mundo del arte compuesta por una serie de personajes que en raras ocasiones, por no decir nunca, compran una obra de arte y a los que ser coleccionistas les da como risa. Pero son paseados por todas las ferias del mundo de fiesta en fiesta, de visita privada en visita privada, sin dejarles tiempo de ver las ferias y mucho menos de comprar algo. Total, que más da si son VIPS.
Al final las tarjetas VIPS han proliferado de tal manera que ahora hay que tener la VIP plus, la dorada, la negra, para ser más VIPS que los otros VIPS… Y los coleccionistas de verdad están asqueados de fiestas, chicas guapas y cocaina, y quieren volver a sus colecciones o, y esto es lo peor, dejar de comprar.
Así las cosas, las ferias son excesivas y los compradores encuentran las mismas obras, o parecidas, en FIAC y en ARCO, en Basel y en Frieze; todas ellas cada vez más caras por los intermediarios, transportes, tarifas de ferias, aduanas… Sin embargo, las ferias y sus organizadores, ahogados por el “éxito”, suben las tarifas, y nos encontramos que en la reciente ParisPhoto, con nueva sede y nuevo equipo director, el stand puede costar 50.000 euros, con el metro cuadrado a más de 400 euros.…
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