La historia de la fotografía está llena de personas. No, no hablo de los fotógrafos. Los fotógrafos son los que se llevan la mejor parte, han basado su trabajo, su obra, casi siempre, hasta hace poco tiempo, en la imagen de los otros, de los demás. No solo retratos de encargo o pactados, no solo foto de celebridades y políticos. No, todo lo que ha pasado por delante de sus cámaras, con permiso o sin permiso. Las más de las veces sin permiso. Ellos, sobre todo los fotógrafos clásicos, han vivido de esas personas que aparecen en sus imágenes, esos son los protagonistas de la historia de la fotografía: las mujeres bellas de Garry Winogrand paseando por la calle, los visitantes de museos de Elliot Erwitt, los frikis y los niños, y todos los que Diane Arbus y Vivian Maier inmortalizaron sin saber ni quiénes son. Anónimos ya para siempre. Atrapados en un papel, y repetidos en libros, revistas, exposiciones, colecciones privadas y museos de todo el mundo. Vendidas sus fotografías, compradas, subastadas, publicadas miles de veces. Y no sabemos nada de ellos. Por supuesto nunca cobraron nada, nunca fueron famosos, los fotógrafos la mayoría de las veces ni siquiera hablaron con ellos. Nunca supieron su importancia.
Pero siempre queda esa otra posibilidad: disparar sin avisar, sin decir nada
Es el nombre del fotógrafo lo que sabemos, ellos atraparon ese instante que se detuvo para siempre en el tiempo haciéndose eterno. De ellos, de los fotógrafos, más o menos sabemos bastante. Pero ¿qué fue de todas esas mujeres paseando y riéndose con sus amigas? ¿Y de los niños, de aquel niño sonriente con una barra de pan o una botella de vino en las calles de Paris caminando hacia su casa? No sabemos si creció, si se llamaría Gastón o Pierre. ¿Llegaría a adulto? Ahora, hace ya un tiempo, las cosas han cambiado. Los artistas que se dedican a la fotografía, algunos al menos, hablan con sus personajes, les hacen firmar un contrato, les pagan algo -poco- para que renuncien a cualquier derecho de imagen posterior, les regalan una copia… Diferentes formas de conseguir esas imágenes sin futuros problemas.
Solo quieren ponerles nombres a esos retratos anónimos
En México, la Fundación Manuel Álvarez Bravo, que protege y difunde la obra y la figura del gran fotógrafo mexicano, publicó hace unos años un pequeño pero bellísimo libro con el título Se busca, en el se recogen todos los retratos que hizo Álvarez Bravo pero no consta quiénes son los retratados.…
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