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Producción

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Francesc Catalá Roca, Estudio de Joan Miró en Mallorca, 1977

 

Hace años un artista amigo decidió destruir toda la obra que tenía en su estudio. No sé si me dijo o no las razones, pero tantos años después yo creo que debería ser el hartazgo de convivir diariamente con unos trabajos realizados con ilusión y maestría, en los que sin duda daba lo mejor de él mismo y que se amontonaban sin ninguna esperanza de venta como pruebas de su fracaso comercial. Y no sólo comercial, porque los artistas tienen por lo general una gran producción de ideas, dibujos, bocetos, sueños y, finalmente, obras. Una producción que no tiene ninguna relación con su posibilidad de venta o exhibición. Esta es una situación que es muy frecuente en el arte actual, los artistas se acaban deprimiendo y desilusionando no ya de la falta de respuesta comercial sino sobre todo de la falta de cualquier tipo de respuesta. No quiero dar cifras que son imposibles de calcular de cuántos artistas ni de cuántas obras producen al mes, son en cualquier caso muchas. Muchos artistas, muchas personas pintando, fotografiando, haciendo todo tipo de cosas que unos llaman arte y otros no. Una gran producción de objetos. Más de los que podríamos imaginarnos. Si nos centramos en una feria, por ejemplo la recién acabada ARCO, nos resulta casi imposible calcular la cantidad de obras que se reúnen en ella: pues como término medio no suele haber más de 4 o 5 piezas por artista expuesto, cada uno de ellos tiene muchas más en sus estudios y no dejan de producir. Y los artistas que van a ARCO son una minoría en relación con la cantidad de artistas que puede haber en cada país.

No es una cuestión puntual ni económica, es algo más grave, algo que amenaza la existencia del propio artista

Son muchos los artistas que llegan a un momento en sus vidas que entre la falta de espacio, una mudanza, cambio de estudio o que simplemente miran a su alrededor y recapitulan, deciden quemar sus obras. Destrozarlas. Algunos entran en una crisis de la que puede que no se recuperen. Es esta una parte del proceso de creación del que se habla poco o nada. ¿Qué se puede hacer con toda esa producción innecesaria pero inevitable, imprevisible? ¿Esperar a una hipotética revalorización y reconocimiento con el tiempo? Esa no es la solución a un problema que está en los límites entre lo físico y lo psicológico: ese exceso, esa abundancia de obras amenaza la salud mental del artista, su propia autoestima se ve cuestionada.…

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