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Porque nos gustan tanto las ferias de arte

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Viñeta de El Roto del 14 de febrero de 2013

Este mes de septiembre, inicio universal de cursos escolares y de temporadas de exposiciones y óperas, es como una llamada de atención para ponernos serios y empezar a trabajar de verdad. En Madrid, Ciudad de México, Viena y supongo que alguna ciudad más que no ha conseguido llamar mi atención (es que se subvalora el efecto beneficioso de la publicidad como información) se han celebrado diferentes ferias de arte con diferentes resultados para cada uno de sus feriantes. Las ferias son eventos curiosos, repetitivos como una obra de arte minimal, aunque de minimalistas no tienen nada. Se repiten no sólo cada una de ellas todos los años sino que todas son una repetición sistemática de ellas mismas. Son diferentes lugares, diferentes ambientes y lenguas, a veces un tanto exóticas, pero una vez que entras en una feria todo empieza a sonarte familiar, especialmente aquellas en las que la venta, o mejor su ausencia, debe paliarse con expresiones del tipo: “las ferias son para relacionarse, hacer contactos… la venta ya vendrá” o “hay que ir a todos los eventos, a las cenas, a las fiestas…, es la forma de hacer contactos y negocios”. Es decir, nueve horas encerrados en una feria intentando vender y hacer contactos “en la tercera fase” no sólo no son suficientes sino que lo que realmente es útil son las fiestas de después, entonces propongo reducir el tiempo de feria a un par de horas, por si viene algún comprador que no coincida en la fiesta de esta noche con nosotros. Más que nada para ir ganando tiempo para arreglarnos para la fiesta de turno.

Las ferias son esos sitios en los que comerte un bocadillo realmente asqueroso

Las ferias son unos lugares claustrofóbicos en las que los baños están siempre lejísimos, la moqueta nos destroza los pies y nuestros tractos respiratorios, nunca hemos sabido a ciencia cierta por qué se resecan; nos salen calenturas y ojeras. Son unos lugares muy iluminados donde pasas un calor insoportable o sufres ráfagas de viento helado del norte, que te hielan partes del cuerpo y te hacen dudar del benéfico efecto comercial de las fiestas nocturnas donde, inevitablemente, coincidirás con todos los que has coincidido durante el día en el baño, en la cola del café, en el pasillo fumando. Las ferias son esos sitios en los que comerte un bocadillo realmente asqueroso, una ensalada aguada y sosa o un café lamentable, te cuesta lo mismo que una cena de lujo para cuatro personas en el restaurante de moda de la ciudad en que sea que se celebra la feria… si tuvieras tiempo de comer o cenar como debe ser al salir de la feria antes de ir a una fiesta en la que como mucho llegarás a tomarte un canapé (los más habituales son los del tipo sushi industrial o los tipo ceviche deslavazados e híbridos de la nueva cocina, lamentables los dos) con riesgo, si no de tu vida, sí de tu maquillaje y de tu dignidad.…

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