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¿Por qué?

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Diego Velázquez, Las Meninas, 1656
Diego Velázquez, Las Meninas, 1656
 

Los ayuntamientos de todo el mundo programan cíclicamente campañas para que los ciudadanos no tiremos las basuras a la calle, no vaciemos los ceniceros de los coches en los semáforos, mantengamos limpias nuestras ciudades. Sin embargo, parece que ellos no siguen sus propios consejos porque, también cíclicamente, realizan unas absurdas campañas de estropear y afear esas mismas ciudades que nos insisten en mantener limpias. Pues escúchenme todos ustedes concejales y alcaldes del mundo: yo no tiraré papeles al suelo, ni escupiré, ni romperé botellas si ustedes me prometen no colocar nunca más una estúpida vaca, ni una absurda “menina” en mis ciudades. Por favor, ya basta. Pregunto en el título de este texto por qué, pero todos sabemos la razón: el negocio económico de algún amigo, alguien bien contactado con una idea tan brillante como el papel de aluminio. El por qué es simplemente, también, la absoluta ignorancia estética y el mal gusto de nuestros políticos… ¿o es que les importan una mierda lo que colocan en nuestras calles? Pero mi “¿por qué?” va más allá de esa burda razón económica, yo le pregunto a todos esos políticos dedicados a la política municipal, a los barrios, a los ciudadanos, por qué no tienen ni el más mínimo respeto por nosotros que les votamos y que, además, pagamos sus sueldos. No nos merecemos encontrarnos con vacas vestidas de toreros o de cocineras, o de futbolistas o de flamencas por las calles de la ciudad. Y mucho menos aún ver a unas ridículas imitaciones de las Meninas de Velázquez por todo Madrid, que son feas, ridículas e innecesarias.

Hace tiempo en Vigo me encontré a una de esas ridículas vacas disfrazadas de cualquier cosa justo en la puerta del Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad. Me consta que no se consultó ni se habló con el museo para poner semejante mojón en su entrada, como si hubiera sido la idea del propio museo. Burla sobre burla. Tiempo después creo que instalaron un simpático dinosaurio…, de verdad ¿por qué?

Eso que se llama incomprensiblemente “arte público”, y que no es ni arte ni público y que debería llamarse “negocio privado”

Durante años trabajé para un ayuntamiento revisando toda la escultura pública en la ciudad, había muchísima y la mayoría absolutamente horrible, de aficionados, encargos hechos por sucesivas corporaciones a sus amigos y conocidos, a alumnos de bellas artes, instalaciones puntuales que se convertirán en permanentes.…

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