Estos años del siglo XXI se han convertido en la época de mayores desigualdades sociales, de injusticias y matanzas imposibles de encontrar, por su crueldad y su magnitud, en toda la historia de la humanidad, ni siquiera comparables con el holocausto judío. Millones de muertos, desaparecidos, brutales e indignas matanzas, pueblos enteros erradicados de sus hogares, la mayor migración de la Historia. La visión de la insolidaridad internacional, de la aceptación de violaciones cotidianas de cuerpos y almas no son más que unas imágenes en las noticias, algo cotidiano. Esa brutalidad sistemática convive en nuestra cultura actual con la corrección política por la cual a un negro no se le puede llamar negro, ni a un árabe, moro, ni a un pobre de solemnidad se le puede llamar marginado social. Podemos aceptar que los grandes supermercados destrocen el exceso de comida para que los hambrientos no la aprovechen, pero tenemos que medir nuestras palabras para definir, para nombrar a los ladrones y corruptos, ya ni imputados es una palabra adecuada. Matar a alguien es homicidio, pero matar a una mujer es feminicidio, que es más elegante. No se evita el crimen, pero queda muy adecuado. Este tipo de corrección política en tiempos como los que vivimos me parecen patéticos.
Ya no se puede decir “retrato de mujer negra”, aunque su autor así lo dijera, hoy será “retrato de mujer joven con abanico”
El lenguaje también es un arma que el poder quiere controlar, algo que a la larga nunca lo ha conseguido, aunque ahora tal vez si lo esté logrando. La noticia de que el Rijksmuseum de Ámsterdam modificará 300 títulos de obras de su colección para evitar palabras consideradas conflictivas ha aparecido en todos los medios. Y seguramente no será el único museo que se decida a cambiar la historia del arte por si solo en nombre de una corrección política que es simplemente manipulación histórica. Juzgar el pasado con los conceptos culturales o sociales de hoy es falsificar la historia. El siguiente paso, después de no poder nombrarlas, será eliminar las imágenes. Ya no se puede decir “retrato de mujer negra”, aunque su autor así lo dijera, hoy será “retrato de mujer joven con abanico”, los negros, los enanos, contrahechos, tullidos, y un largo etcétera saldrán de los museos, mientras que en los foros políticos, después del absurdo “ciudadanos y ciudadanas”, establecerán que la idea de Estado es anterior a la creación de las ciudades, y en los foros artísticos se hablará de los bufones como de performers.…
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