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Eric Pickersgill, Removed Series: Grant, 2014

Eric Pickersgill, Removed Series: Grant, 2014

Conectados. Todos conectados desde nuestras casas. Con el teléfono primero, después con los ordenadores, el internet, los celulares, el Messenger, Twitter, WhatsApp, Facebook, Skype, Hangouts… ¿De verdad todos estamos conectados? Vuestros padres y vuestros abuelos han llegado al teléfono, tal vez al celular, a las redes y al ordenador por trabajo, (porque para ellos el porno no se ve en internet). Pero poco más si exceptuamos una pequeña minoría. ¿Pero… y en países del tercer mundo? En Mali, en las barriadas pobres de la India (un país que exporta ingenieros informáticos a todo el mundo y pionero en la creación de chips informáticos, unos emigrantes bien recibidos en cualquier país, por cierto), en Paraguay… no creo que tengan muchos teléfonos inteligentes. 

Es cierto que la tecnología ha cambiado nuestras vidas, dejando atrás a mucha gente que, por incapacidad personal, intelectual o económica no pueden seguir el ritmo de los avances. En cierto modo se crea un clasismo nuevo así, los más jóvenes ya no leen en papel (bueno, digamos que leen poco en cualquier soporte) y van perdiendo otras capacidades, como la de entender lo que leen, la capacidad de atención y de síntesis, a cambio ganan en el dominio del lenguaje de pantallas, en el desarrollo de los dedos pulgares para funciones no prensiles, y en una forma diferente, más íntima, de relacionarse con las máquinas. 

Olvidémonos de los viejos, de los pobres y de los incapaces, finalmente esas nuevas clases sociales se van a ir alejando cada vez más del centro del mundo y van a acabar no siendo ni siquiera visibles. Porque ahora todo es online. Con la pandemia del Coronavirus todo el lenguaje y la comunicación se ha trasladado a la red. Todo es online. Estamos conectados o simplemente no estamos. Estamos todos en casa (los que tienen casa o donde meterse, los otros… ¿a quién le importan? De ellos ni se habla) pero eso no tiene que significar que estamos escondidos.

Si en el siglo XIX hubiera existido el teletrabajo no hubieran surgido los sindicatos y nuestros derechos laborales hoy no existirían

Para empezar una infinita cantidad de personas podemos trabajar desde casa, el teletrabajo ha llegado para quedarse. Hace tiempo que ya se venía dosificando, porque el sentido de equipo, la convivencia es un valor en el mundo laboral. Si en el siglo XIX hubiera existido el teletrabajo no hubieran surgido los sindicatos y nuestros derechos laborales hoy no existirían, nuestros sueldos serían aún más bajos y la palabra solidaridad no la conocerían nada más que algunos antropólogos o historiadores. 

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