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Ola de calor

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Massimo Vitali. Detalle de Vecchiano Venditori, 1995.

Si nos paramos a pensar un momento nos daremos cuenta de que la vida, todas las vidas y la vida como algo general, no es más que un círculo repetitivo interminable. Entre el minimal y el conceptual, todo se repite insistentemente, año tras año, década tras década, todo vuelve para oírse y volver a regresar. Y hoy los más jóvenes adoran a los conceptuales de más de 70 años, que triunfaron o no, en el siglo pasado. Pintores que nunca consiguieron estar arriba, lo venden todo en las ferias más modernas (“a estas alturas, ya jubilado, me sirve para comprarles cosas a mis nietos…”); vuelven las hombreras y las patas de elefante en los pantalones, las barbas largas y las coletas en los hombres (nunca lo hubiera imaginado) y se pasan otra vez de moda dando paso nuevamente a perfectos afeitados… llegará el bigote fino algún día, lo sé. Debe ser aquello del “eterno retorno”. Y al final, casi que nos parece más esclarecedora la película Groundhog day, de 1993, (traducida al español como Atrapado en el tiempo), en la que cada día se repite el mismo día hasta que el protagonista cambia su actitud y supera, aprendiendo, una situación paródica, que la afirmación del filósofo griego Heráclito que decía que “ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.”
Con esta ola de calor que sufrimos en España y que agrava el natural y horroroso calor que significa el verano por estas latitudes, todo lo demás pierde su intensidad y lo observamos a través de una nebulosa que borra los límites de las cosas y de los problemas. También puede ser un cansancio provocado por otro año con sus ferias, sus exposiciones, sus bienales, sus escandalitos del mundo artístico, sus dimisiones y sus nuevos nombramientos, vamos, lo de todos los años, lo de siempre, otra vez, una vez más. Ya no hay sorpresas porque hasta las sorpresas son las habituales.

Aunque ciertamente la muerte sólo sorprende cuando se equivoca de fecha, porque saber que viene lo sabemos todos

Las únicas sorpresas nos vienen de la mano de la desgracia, nos vienen con las muertes adelantadas a lo previsto. Aunque ciertamente la muerte sólo sorprende cuando se equivoca de fecha, porque saber que viene lo sabemos todos. Y en los tórridos veranos, nunca sabré porque, las muertes abundan como un antídoto a ese culto al cuerpo, al hedonismo, al ocio, a una excesiva obsesión por una felicidad imprecisa que acompaña la época de las vacaciones y un calor que, como en El Extranjero de Albert Camus, nos altera, nos desnuda por dentro, tal vez simplifica nuestra percepción.…

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