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Oficio y beneficio

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Philip-Lorca di Corcia. W, September, #2, 2000.

Luis Camnitzer repite en sus conferencias sobre educación que a lo largo de toda su vida como docente de Bellas Artes, habrán pasado por sus clases miles, muchos miles, de alumnos: hipotéticos artistas del futuro. Su conclusión es que menos de un centenar se ganarán la vida como artistas y que de esos, apenas unos pocos serán considerados artistas importantes y reconocidos internacionalmente. Si esto es así contabilizando exclusivamente los alumnos de la facultad de Nueva York… ¿si añadimos los miles y miles de todas las escuelas de bellas artes del mundo…? Ese mismo cálculo lo podemos hacer si cambiamos alumnos/artistas por comisarios/curadores, o por galeristas, o gestores culturales…. Hay tantos miles en el mundo que resulta un cálculo perverso y ridículo si admitimos que de todos ellos, ejércitos de vencidos del mundo entero, solamente unos poquitos, eso que se dice happy few, van a ser realmente profesionales reconocidos que podrán ganarse bien la vida sin ejercer varios oficios a la vez, hombres-orquesta de la cultura.

¿Qué les mueve? ¿El beneficio? No creo que sean tan locos

Pensaba esto cuando me preguntaba qué es lo que nos impulsa a ejercer estas profesiones de por vida. No ser un profesor, sino eso que se llama un crítico de arte y/o curador independiente, un oficio sin beneficio ni seguridad. Y que es lo que impulsa a la gente, a esos miles de locos en todo el mundo, a ser artistas… ¡ser artistas! vaya objetivo absurdo en sí mismo. Alguien que hace cosas, bellas, feas, absurdas, incomprendidas, vendibles, invendibles, incomprensibles, irrepetibles, imprescindibles. ¿Qué les mueve? ¿El beneficio? No creo que sean tan locos. ¿Una ambición desmedida de reconocimiento y amor? No sé realmente, supongo que cada uno tendrá unas motivaciones diferentes, ocultas, privadas… porque casi todos saben, pasados unos años, que no van a formar parte de ese grupo privilegiado que ganará concursos, saldrá en la prensa internacional, batirá records de venta. Pero igual siguen siendo artistas. Un empeño realmente titánico, en ambos sentidos: el del esfuerzo sobrehumano y el de una derrota anunciada. Tal vez eso sea ser artista: hijo de los dioses y de los hombres a la vez.
Igual podríamos decir de los galeristas de casi todo el mundo: empeño vano, sin más futuro que el mercado fluctuante local, más cerca de la decoración que del coleccionismo, intentando algo que la realidad les niega sistemáticamente, feria tras feria, año tras año, crisis tras crisis.…

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