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Nostalgia del futuro

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Blade Runner 2049

Blade Runner 2049, 2017

Todo sucede en el futuro. En el futuro habrá coches que vuelen sobre las ciudades, que se conduzcan solos y que no necesitarán esas autopistas radiales que se construyeron en un futuro anterior. En el futuro, el trabajo pesado ya no lo harán los emigrantes sino los robots. En el futuro, comeremos todo en forma de pastillas, para facilitar la vida… Sabemos casi todo del futuro desde antes de Julio Verne: los viajes a la Luna, los descubrimientos marinos… y más tarde, con el cine, supimos que hay robots buenos y robots malos, aunque HAL en 2001 Una Odisea del Espacio hacía lo que hacía por el bien de todos. Hemos visto nuestras ciudades en el futuro, y nos han explicado (aunque no sé si Sylvester Stallone es muy fiable, pero George Lucas nos lo adelantaba en su película THX 1138 –1971– en la que el sexo está prohibido por ley) que el sexo será virtual, nada de mezclar flujos corporales, que es de muy mal gusto y seguro que nada saludable. Pero la tecnología vendrá a salvarnos de todas las prohibiciones, como nos enseñan en Días extraños, de Kathryn Bigelow de 1995. Hemos asistido a varias invasiones de la tierra por los más diversos alienígenas, con objetivos a veces sorprendentes y a veces previsibles; también hemos visto que en el futuro solo habrá sitio para valientes y para clones, además de los muertos y los zombies. Y que los traductores pueden tener más valor que los científicos, aunque no consigan ser más felices (Arrival, Denis Villeneuve, 2016). Y hemos aprendido que el tiempo se puede doblar para atravesarlo más rápido y llegar antes a ningún lado (Interstellar, Christopher Nolan, 2014).

Ese deslumbramiento que nos produce la sola palabra, futuro, se origina en nuestro deseo de cambiar esta realidad

Hemos asistido a las guerras del futuro desde una butaca de primera, ataques zombies, intentos de retroceder en el tiempo que casi nos rozan, sabemos cómo serán las casas de la gente como nosotros dentro de miles de años, en las que no habrá ni libros ni revistas, ni siquiera estanterías… lo sabemos todo del futuro. Es por eso que a veces tenemos nostalgia de todos esos futuros que conocimos una vez. Vivimos en un permanente viaje astral intentando acelerar el tiempo para ver si podemos acariciar esas luces de neón que alumbrarán las calles llenas de niebla de ese futuro incierto en el que no sabemos a ciencia cierta si nos tocará ser replicantes, héroes o simples sombras que se pierden en cualquier callejón lleno de puestos de una dudosa comida oriental.…

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