anterior

Nosotros, los de siempre

siguiente
amigos

Tunnik. Switzerland, Aletsch Glacier 1, 2007

Me di cuenta la otra noche, mientras asistía a un pequeño homenaje a una gran mujer. Somos más de los que parece, pero casi nunca estamos juntos porque no nos gusta la vida pública. Por eso puede parecer que somos pocos, que casi no somos, que no existimos, que somos una leyenda nada más. No nos gustan los trajes de fiesta ni las reuniones de sociedad. Preferimos bailar en las cantinas, entre amigos, con guapos desconocidos/as. Somos esos a los que todavía nos gusta leer libros, incluso los clásicos. Los que releemos algunos muchas veces a lo largo de la vida, e incluso nos volvemos a comprar los discos y los libros que se han ido escapando entre las mudanzas y las separaciones, entre las grietas de la vida. Nos gusta el arte, nos gustan los museos y nos vuelven locos los cines en horarios de tarde, de mañana y de noche, los domingos por la noche, y entre semana a media tarde. Nos gusta pasear por los mercados y viajar solos, sin guías ni tour operators. Odiamos los cruceros y si se puede conducimos nosotros. Porque básicamente vamos donde queremos, donde sabemos que podremos visitar grandes museos, ver arte, pasear por ciudades maravillosas y donde siempre, siempre, vamos a encontrar a los amigos, gente como nosotros, los de siempre. Y fumamos y bebemos, porque tal vez somos antiguos, de los de antes. Como Gary Cooper y Anna Magnani. Hermosos y muertos. Nos gusta el arte porque somos gente de cultura. La cultura es nuestra patria y nuestra bandera está formada por palabras, letras y colores; nuestro himno contiene todas las músicas, y podemos estar horas mirando un sólo cuadro, sin importarnos que nunca podremos comprarlo. Preferimos compartir una conversación que un patrimonio. Somos esa gente a la que le gusta el paisaje y que en un rincón perdido y pequeño reconstruyen el universo.

Nos reconocemos en las aficiones por lo auténtico y en la pereza que nos dan las modas, las tendencias, el éxito

Somos con los que los amigos pueden contar, los de siempre. Fieles a nuestros absurdos principios y a los amigos más que a los amantes, porque los amigos son eternos como el amor y los amantes fugaces como el sexo. Los años y los problemas acaban siendo anécdotas de las que hablamos cuando nos reunimos unos pocos entre las multitudes que formamos, siempre anónimas y discretas, pero también violentas, salvajes si es necesario.…

Este artículo es para suscriptores de EXPRESS

Suscríbete