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Mirar el cielo por un agujerito

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James Turrel, Space that sees

James Turrell, Space That Sees, 1992

Ahora que nuevamente se han puesto de moda los nacionalismos, como siempre en épocas de crisis y demagogia, yo reivindico ser de Madrid. Más exactamente ser de Chamberí. Me crié en otra ciudad, y he vivido en diversas zonas de Madrid, ahora vivo en la Ciudad de México unas veces y en el Real Sitio de El Escorial otras; y he pasado mucho, pero mucho tiempo en Alemania, en Italia, en Francia, en Suiza, y sobre todo en Argentina y en Brasil, y en Cuba, y hasta en Israel… Durante mucho tiempo me sentí apátrida y llegué a pensar que las salas de espera de los aeropuertos internacionales eran algo así como mi hogar. Pero ahora que en México me piden, no siempre muy amablemente, que me vaya a mi país, y en mi país me siento extraña, no sé muy bien si irme a vivir a un aeropuerto o a un museo de arte contemporáneo, que bien mirado es también un no lugar homologado e igual a sí mismo y a todos los que se llaman igual, estén en el país en el que estén. En un Museo de Arte contemporáneo, en cualquiera de ellos, vas a tener de vecinos a las mismas gentes y a las mismas obras, vamos que me voy a sentir en mi casa. O tal vez no. Tal vez no porque a mí lo que me gusta de Madrid es el cielo, un azul infinito y alegre que cuando se nubla y oscurece parece un paisaje inglés de Turner (a veces de Constable). El cielo de la Ciudad de México a veces se le parece, tal vez por eso allí también me siento en casa. En Madrid hay un dicho que es “de Madrid al cielo y un agujerito para verlo”, algo que sólo entendemos los de Madrid.

Me gritan “extranjera” y me asomo a mi personal agujerito para ver el cielo, el cielo que en ese momento tenga sobre mi cabeza, y compararlo con el de Madrid

Esas frases y alguna otra tontería son las que a mí me hacen definir la idea de “patria”, mientras que para otros una bandera, un idioma, una tradición, son lo que les hace diferentes, sin pararse a pensar que todos somos diferentes, que los idiomas se aprenden y se usan, las tradiciones se estudian y se cambian, y las banderas… bueno, las banderas son poco más que un trapo manchado y para trapos manchados prefiero un Robert Rauschenberg.…

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