anterior

Medicina artística

siguiente
terapia

Michael Jansz Van Mierevelt. Lección de anatomía del Dr. Willem Van der Meer, 1617

Hace mucho tiempo leía en una entrevista con Christian Boltanski cómo el artista explicaba que hacer su obra, todos los días en su estudio, le había liberado del psicoanalista. “Yo hago mi terapia en el estudio, crear lo que hago me sirve y me ahorra el psicoanálisis”. Al parecer no es el único, sino que es algo que sirve, que ha servido, a muchos artistas, tal vez a más de los que pensamos, a lo largo de la historia. Sin duda muchos han expulsado de su mente y de sus vidas aquellos aspectos patológicos que les hubieran podido convertir en delincuentes sociales. Otros han utilizado su arte para gritar y vomitar sus angustias, sus miedos. Para expulsar la angustia, la desesperación. Estoy pensando en Eduard Mvnch pero también en Jackson Pollock, y en muchos expresionistas antes de que el expresionismo fuera una tendencia, y también en George Grosz o en Otto Dix. Y por supuesto en tantos fotógrafos que a través de sus fotos evitaban el pecado, como David Hamilton. O tal vez no. Pero el caso es que el arte, o la representación visual de nuestras obsesiones y problemas, sí puede servir de exorcismo, o al menos como un buen psicoanálisis, puede servir para crear un espejo en el que observemos nuestro verdadero retrato. Un frasco en el que leamos nuestra propia historia, contada automáticamente, a veces sin casi saberlo, por nosotros mismos.

Creo que a partir de ahora daré talleres de apoyo psicológico

Hace unas semanas fui invitada a dar un breve taller de apoyo a un curso de foto documentalismo y como siempre no sé si a mis imprevistos alumnos les sirvió de algo hablar conmigo, pero a mí sus proyectos, sus palabras, cómo me lo presentaban, su indecisión, me ha servido para mucho. Creo que a partir de ahora daré talleres de apoyo psicológico, la foto se la dejo a los expertos en fotografía, algo que yo nunca he creído ser. Lo que sí sé es ver lo que está detrás, oculto, en las fotos, lo que no dicen sus palabras. Y también sé cómo se debe y cómo no se debe armar un proyecto, pero esa es otra historia. Los quince fotógrafos que me mostraron sus ideas, más o menos construidas, no me mostraban historias ajenas, me mostraban su mundo oculto, problemas que salían por las costuras de sus imágenes, que no podían retener por más tiempo.…

Este artículo es para suscriptores de EXPRESS

Suscríbete