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David Hamilton, Les ombres de l'été

Los que llevamos más de 30 años viendo fotografías (cientos, miles…) todos los días por cuestión no sólo de gusto sino de trabajo, podemos decir que hemos visto de todo. Maravillas, horrores, intentos, fracasos, originalidades, sorpresas… y algunas cosas incomprensibles. Cuando empecé, una de las cosas que nunca llegué a entender fue el éxito que tenía la obra del fotógrafo David Hamilton (Londres, 1933 – Paris, 2016). Sí, que no lo niegue nadie y mucho menos a los que entonces les gustaba y compraban sus libros, colgaban sus pósters en estudios y habitaciones. Era junto con su obra uno de los paradigmas de la belleza y la elegancia, el fotógrafo que todo el mundo te pedía que entrevistaras, publicaras… Su “estilo” era copiado e imitado, llegando a –y esto es un atrevimiento personal– impulsar un subgénero de fotógrafo dominguero y aficionado dedicado a las chicas jóvenes, a las adolescentes rubias que, sin mostrar mucho o nada, sugería casi todo para una imaginación masculina que empezaba a idealizar a la mujer niña como objeto de deseo sexual. Yo, en aquel entonces pensaba que no era digno de llamarse Hamilton, como Richard Hamilton (fundador del Pop) ni siquiera de llamarse David (como David Hockney, pintor pop) dos artistas ingleses que coincidían en la nacionalidad y en los nombres con un tipo que no me parecía digno de ser considerado artista sino, en el mejor de los casos, publicista de grandes almacenes para la temporada de primavera.

Hace unos días, el cadáver de David Hamilton era encontrado en París, donde hace años se había mudado buscando un ambiente menos victoriano, más permisivo que el de Londres. El tiempo también ha acabado con él y con su fotografía, ese tiempo que ha convertido en delito lo que en su día fue un éxito. Y no es el primero. Hace poco, a Jock Sturges (Nueva York, 1944) le cerraban una exposición en Rusia por considerar que su obra, esencialmente desnudos de adolescentes, estaba más cerca de la pornografía que del arte. No será el último. Y aunque personalmente nunca pondría en un mismo cajón la obra de estos dos fotógrafos, los dos mojan sus dedos en un terreno de difícil defensa en estos días en los que bañar a tus hijos juntos en la misma bañera, aunque sean bebés, te puede costar un disgusto.

Un engendro kitsch que a duras penas tapaba una idealización sexual propia de pederastas

David Hamilton se enfrentaba a la acusación de algunas de sus modelos (ya cuarentonas, parece que les ha llevado tiempo darse cuenta) por abusos sexuales de todo tipo.…

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