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Los que no juegan

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Andreas Gursky, Dortmund, 2009

Andreas Gursky, Dortmund, 2009

Más del 99% de la población mundial no juega al fútbol. Ni al baloncesto, ni al ajedrez. Por supuesto, tampoco corren con un Ferrari, ni moto GP, ni juegan al tenis ni en Wimbledon ni en ningún otro sitio. Ese montón de millones de personas, prácticamente toda la población mundial menos unos pocos, son los que no juegan. Los que no jugamos. Son en su mayoría aficionados, y unos cuantos miles de ese porcentaje son ese público itinerante que se desplaza detrás de sus equipos de fútbol y sus selecciones, pagando precios desorbitados por unas entradas al espectáculo. En total ese grupo social formado por profesionales, aficionados y burócratas del deporte apenas llegaran al 2% de una población que no participa. Son los que no juegan.

Andreas Gursky, Dortmund, 2009

En 2017 la población mundial se calculaba en unos 7.5 mil millones de habitantes. A partir de ahí pueden empezar a establecer porcentajes. El 1% es aproximadamente 187 millones de personas, me parece muy generoso pensar que esa ingente cantidad puede estar formada por jugadores y seguidores, pero si tenemos en cuenta las ligas infantiles… siempre podremos añadir todos los demás deportes y sus seguidores. Sin contar con los telespectadores inmóviles con sus cervezas en las manos que los ven desde casa o desde un bar. En España a esos se les llama jugadores del sillonball.

Sin embargo ese mínimo 1% mueven millones no solo de euro, sino de voluntades, un negocio realmente espectacular. Seguramente más que la música o el cine. Y por supuesto más que la edición de libros, ferias y bienales de artes plásticas. Cuando el Real Madrid fichó a Beckham con un fichaje millonario (que se ha superado anualmente de una forma casi religiosa) se calculó que esos millones se amortizaron en un mes con la venta de la camiseta que el futbolista llevaría. Si aterrizamos en la realidad inmediata y vemos las cifras millonarias de las visitas a los grandes museos de arte del mundo, podemos comprobar que el equipo de fútbol de sus mismas ciudades tienen muchos más millones de visitas y por supuesto de ingresos por taquilla. Los museos deben de tener al menos un día de entrada gratuita… los estadios de fútbol o los festivales de música de verano no se lo plantean y sus precios son infinitamente más altos que los de cualquier museo del mundo, porque eso no es problema para sus aficionados.…

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