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Lo útil, lo necesario y lo imprescindible

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Soldado con máscara en la guerra

Cada año, en el inicio, en esos días convulsos y medio borrosos que definen el final de las fiestas navideñas, el mundo se llena de buenas intenciones. No sólo deseamos paz, amor y un año escandalosamente bueno, sino que abrazamos y besamos a discreción, llamamos a gente que ni se acuerda de nosotros. Pero realmente estamos dispuestos a partirle la cara a más de uno, lo del amor lo vamos a dosificar estrictamente y sabemos que por desgracia este año no va a ser mucho mejor, y gracias, que el que se acaba de ir. Igualmente sabemos que no vamos a ir al gimnasio ni a dejar de fumar ni a perfeccionar nuestros conocimientos de inglés, francés o alemán, según los casos. Tampoco nos vamos a privar de un premio (una copa, una comida no demasiado aconsejable, incluso fumar), para lo dura que es la vida, no todo va a ser sufrir. No, la vida nos arrastra y nos obliga a elegir, a decidir sobre la marcha que es lo más importante, lo más necesario. Lo más apetecible. De algo hay que prescindir, el tiempo no da para todo. Cada vez se hace más importante saber valorar nuestro tiempo y nuestras energías.

Hay que empezar a pensar si el arte es útil, si la cultura es necesaria y si la inteligencia es imprescindible

Hay que empezar a pensar si el arte es útil, si la cultura es necesaria y si la inteligencia es imprescindible. Porque todo esto va junto. Podemos no ir al gimnasio y dormir más horas o dejar de fumar, pero no podemos dejar a un lado solamente la cultura, porque el arte y la inteligencia van junta y eliminaríamos a las tres de un sólo y efectivo golpe final. Hay mucha gente que pensará que esto no es un problema, que de hecho ya han olvidado que existe el arte más allá de una decoración aceptable, o que la cultura es algo similar al ocio, y que la inteligencia solamente produce infelicidad. Entre ellos muchos de nuestros políticos, especialmente los encargados de la educación y la cultura que han decidido que unos ciudadanos tontos, analfabetos y con mal gusto son mucho mejores para sus propósitos que un pueblo culto, educado, inteligente y sofisticado. Para ellos no sólo el arte actual es prescindible, la música en inútil, y la literatura, más allá de Ken Follet, no tiene ningún sentido.…

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