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La Resistencia

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Una persona con la máscara de Guy Fakes, símbolo de grupo de hacktivistas Anonymous, 2012

No sé si es el arte, si es la música, si es la memoria, si es la necesidad. Si es la cultura o si son los tiempos que vuelven, que cambian y se repiten. Las cosas, las formas, los caminos por los que vamos a los mismos sitios, suelen ser los mismos. Cambian los paisajes, como cambian los campos y las montañas en invierno, en primavera, en otoño y en verano. Cambiamos los que vamos por esos caminos. Hace años fueron nuestros abuelos, los abuelos de nuestros abuelos, hoy somos nosotros. No sé lo que sucederá dentro de 100 años más, pero hoy vivimos tiempos de volver a la Resistencia. Es tiempo para la Resistencia. Lo demuestran los grupos antiglobalismo en las reuniones del G-8 y del G-20; los gobiernos que se tienen que proteger frente a sus gobernados, una vez más. Lo demuestran y justifican las situaciones cada vez más globales de represión e injusticia (Venezuela, Nicaragua, pero también México, Guatemala y tantos otros). Desde los estudiantes chilenos hasta Femen, desde movimientos como el 15M en Madrid hasta la lucha de las mujeres argentinas por su derecho al aborto y a la vida (y de todo el mundo por la dignidad). Son los ancianos que reclaman sus derechos a ser personas, a vivir con dignidad, ellos que hicieron todas las revoluciones perdidas. Dignidad. Es lo que jóvenes, mujeres y ancianos pedimos, somos muchos, somos casi todos. Son los indignados. Somos los indignados que volvemos a recordar que hay canciones como Bella Ciao que increíblemente volvemos a cantar y a sentir con su música y sus letras la necesidad de mirar de frente, de gritar y de cantar, de unirnos y de decir NO. Porque hay cientos de niños en jaulas en Estados Unidos, separados de sus familias, sin futuro; porque no hay futuro para los miles de emigrantes que huyen de la muerte, de la pobreza y de la injusticia. Porque no hay palabras para explicar por qué no se les ayuda, por qué se siguen vendiendo armas, por qué se sigue matando a todos: a los tuyos y a los suyos.

Y realmente me da igual que haya sido una plataforma de televisión americana (Netflix) la que, a través de una serie española (La Casa de Papel), ha vuelto a poner en nuestras bocas la canción del partisano, del rebelde, del inconformista, del indignado que está dispuesto a dejar a su bello amor para luchar contra el fascismo, y solo pide que cuando muera le entierren en la montaña, para que cuando los paseantes vean las flores que crecen de su tumba, digan “mira que bella flor”.…

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