Ya nos han explicado, hasta que finalmente lo hemos entendido creo que todos, que postverdad significa mentira. Ahora empieza la explicación de lo que puede significar postcorrupción. La duda es si se trata de ignorancia, corrupción simplemente, o la versión más sucia del clásico “me da igual”. En una sociedad que busca la transparencia en todas sus instituciones sorprende que la institución cultural sea cada vez más opaca. Museos que se someten a la norma de las buenas prácticas, es decir que, básicamente, eligen a sus directores por un concurso público (y poco más), generan nula información de sus actividades, de cuáles son las razones de sus adquisiciones, los precios que se pagan, los nombramientos de su personal y, por si fuera poco, algunos se eternizan en el poder como si fueran presidentes bolivianos. Pero lo que más sorprende es el silencio de un sector que va perdiendo toda su capacidad crítica. Aunque, por suerte, hay excepciones. En México, en el diario El Proceso, una profesora universitaria tiene una columna de opinión y ella, solamente ella, se ha atrevido a poner por escrito lo que muchos comentan en privado y en voz baja. El 26 de diciembre se publicaba la columna “Los privilegios del director del Museo Tamayo”, con una foto del muy sonriente Juan Andrés Gaitán. La columna va firmada por Blanca González Rosas.
El inicio ya nos avisa de lo que se nos avecina: “Con muy poco público en sus salas y sin una comunicación museística que informe y contextualice los significados, valores, estereotipos y absurdos de las obras que exhibe, el Museo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo, en la Ciudad de México, se ha reducido a una exquisita tienda de diseño y a una animada cafetería…”. Después cuestiona el aval curricular de Gaitán, que se asienta básicamente en ser “el primer latinoamericano nombrado curador de la Bienal de Berlín”, su sueldo de ciento once mil trescientos ochenta y siete pesos mensuales (111,387.00) superando ampliamente los sueldos de los directores del resto de los museos bajo el paraguas institucional, pues si bien el Tamayo no es totalmente público, tampoco es totalmente privado.
¿Son esas razones suficientes para usar el dinero público de México en la producción de un artista albano, que trabaja con las galerías más ricas del mundo?
Desde 2015 que es director del Museo Tamayo y de las quince exposiciones individuales que ha realizado, ocho han sido a artistas extranjeros y siete a artistas de tres galerías de la Ciudad de México: José García, Kurimanzutto y Labor, en lo que claramente demuestra una indiscutible inclinación en cuanto a sus gustos personales y galerísticos.…
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