anterior

La pobreza

siguiente
Rodrigo Moya, Hipotecados, 1966

Rodrigo Moya, Hipotecados, 1966 / Foto: Museo Amparo de Puebla

Se podría realizar una historia de la fotografía solamente a través de las fotos que se han tomado de la pobreza desde todos los ángulos posibles. Pobreza, guerra, miseria, hambruna, injusticias, violencia, muerte. Ese es el retrato de más de la mitad del mundo que realizan los fotógrafos cada día. En la otra parte, una mucho más pequeña y que se reparte en museos, colecciones públicas y privadas, vemos esa otra cara, por lo general más amable, tal vez menos obvia, que es la que realizan los llamados artistas que usan la fotografía como herramienta para su creación personal.

Pero realmente hay una zona difusa en la que los nombres pierden su significado y las calificaciones y estereotipos no tienen mucho sentido. En esa zona de niebla es donde están los fotógrafos de raza, esos que han mirado a su alrededor y no sólo han visto esa pequeña realidad que cabe en el objetivo de su cámara, “su realidad”, sino que han visto el mundo entero por un agujerito. Han visto el dolor, y la dignidad, el orgullo y el amor, mezclados con la miseria y el dolor.

Es la forma de mirar la que diferencia al fotógrafo y al artista. Es saber desde dónde miran, cómo editan, qué es lo que quieren mostrarnos. Es, en definitiva, su mirada hacia el otro, su forma de ver al hombre, al otro. Se puede mirar desde la igualdad, desde la distancia, desde un lugar superior, desde la pena, buscando el escándalo, el victimismo. Para Rodrigo Moya (Medellín, Colombia, 1934) la diferencia está en los que fotografían sin sentir, y los que miran y sienten y fotografían. Este fotógrafo mexicano nacido por casualidad en Medellín muestra una selección de su trabajo en el Museo Amparo de Puebla, a sus 85 años sigue sabiendo quién es y qué hace, sabe perfectamente lo que mira y por qué.

En esta exposición (curada por Laura González) se ven varios ejemplos de cómo retratar la pobreza. Cómo retratar a esas personas que no tienen nada, ni zapatos, ni futuro. Algunos saben que no tienen derecho ni a tener sueños, pero siguen mostrando su dignidad, porque la pobreza no es una enfermedad, ni un vicio, es una condición social de la que son responsables y culpables los poderes políticos, económicos y sociales, y no los individuos, esos hombres, mujeres y niños que viven al filo de la nada.

Rodrigo Moya empieza a fotografiar a finales de la década de los 50 y es en los 60 cuando empieza a realizar el cuerpo de obra más destacada en su trabajo como documentalista.…

Este artículo es para suscriptores de EXPRESS

Suscríbete