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La muerte

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Alberto Durero, La muerte de Lucrecia, 1518

Entre la muerte y el amor llenan prácticamente toda la historia de la literatura universal. La muerte invade incluso el territorio del amor al ponerle nombre al momento culminante: el orgasmo, esa “pequeña muerte”, la petite mort de los poetas, una muerte que es sobre todo una resurrección. Entre el amor y la muerte dicen que vivimos. Pasamos la vida esperando al amor, pero sin embargo parece que la muerte siempre viene por sorpresa. Nadie la espera. A pesar de las miles de personas que mueren todos los días en accidentes de tráfico, guerras, cáncer, enfermedades cardiacas, y casi siempre la mala suerte, la muerte nunca nos parece algo cotidiano, algo que sucede continuamente, no. Siempre es una sorpresa, nunca se le espera. Nos pilla por sorpresa la muerte de un hombre de 90 años, tal vez porque es un artista célebre y queremos creer que él, como su propia obra, “nunca morirá”. Frases hechas que son sobre todo absurdas. La obra no morirá porque en el fondo y en la forma es un objeto inanimado. No morirá porque no tiene vida, pero simbólicamente también llegará un momento en el que las tendencias, las relecturas de la historia le lleven al semi olvido de los almacenes de los museos, del que tal vez años después vuelva a resurgir en una segunda, tal vez tercera vida.

Hoy hemos perdido esa belleza, esa capacidad de comprender la muerte más allá del dolor de la pérdida de la persona

Pero tal vez la muerte sea lo único que nos une a todos, ricos y pobres, viejos y jóvenes, cristianos y musulmanes, incluso a los ateos y agnósticos, a los que les gusta el arte actual y a los que son más de lo clásico. Todos por una vez iguales, todos muertos antes o después. En el sur, a los latinos, nos gusta tanto la vida que celebramos la muerte de muchas maneras. Esta semana de Pascua es una fiesta mundial celebrando una sola muerte que simboliza también la nuestra, la de cada uno de nosotros. Sobre la muerte y los muertos, sobre los ritos de despedida se ha creado, escrito, tanto, tantas historias, tanta belleza que me resulta increíble que todavía hoy en día, tal vez más hoy en día que nunca antes, sepamos tan poco, queramos saber tan poco de la muerte y, sobre todo, la ocultemos y silenciemos tanto. Los antiguos reyes egipcios eran enterrados con sus mujeres, sus mascotas y sus criados, para que le acompañaran en la otra vida.

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