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La elegancia de los diccionarios

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Joseph Kosuth, Una y tres sillas, 1965

Decía Takuma Nakahira que “un árbol no se convierte en árbol hasta que alguien lo mira”. Son palabras de un fotógrafo. Les será más familiar esa otra frase que dice que “las cosas no existen hasta que no tienen nombre”. Esto es lo que siempre han dicho los escritores, los lingüistas. Personalmente creo que nada existiría, ni el árbol ni el fotógrafo, ni la palabra ni las cosas, ni siquiera el escritor, si no existieran los diccionarios. Los diccionarios y los mapas son el origen de todo: de las palabras y de los lugares, de los viajes y de los sueños, y de las mil formas en las que viajamos y soñamos, y lo contamos. Los diccionarios son, al igual que los mapas, ante todo, el elogio de la realidad, de una realidad, por supuesto, inventada pues toda realidad es inexistente por definición, ya que sólo vive en nuestra mente y toma forma a través de nuestras palabras. Y porque nadie la va a ver y a sentir de igual manera que nosotros. Y todas las palabras viven en los diccionarios. Nos han enseñado desde niños que el hombre (suponemos que la mujer también) es el rey de la creación, pero nunca nos quedaba muy claro por qué, pues el león es más fuerte, el águila más veloz y seguramente muchos otros animales son más inteligentes. La respuesta era sencilla al final: el hombre es el rey de la creación porque él le puso nombre a todas y a cada una de las cosas que hay en el mundo y al propio mundo. Porque antes de la palabra no había nada más que confusión.

Un diccionario es un pozo al abismo. Los protagonistas de las novelas de Julio Cortázar lo usaban para jugar. Uno abre un diccionario y dice una de las palabras que aparecen rigurosamente ordenadas; el otro jugador crea una definición de esa palabra según su percepción de esa palabra, de su dulzura, o de sus aristas, de su colorido o de su sencillez. Juegan a recomponer el mundo y los sentimientos, a marcar el paso del tiempo a través de las palabras y de su reconstrucción. Cambiando el significado de las palabras podríamos cambiar el mundo. Un juego que nos lleva al abismo de la locura, la locura como la creación más perfecta y más personal que se puede hacer. Como un juego.

Para evitar el desorden y la confusión, el origen del sinsentido, o de otro sentido, de la inevitable atracción del desorden y de la locura, por lo que existen los diccionarios

En los diccionarios todo está perfectamente ordenado, todo está clasificado.…

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