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La complicada vida de las obras de arte

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Subasta de la colección de A. Alfred Taubman. © Sotheby’s

No hace mucho tiempo una vecina de la editorial vino a consultarnos sobre unos cuadros, unas pinturas, que había recuperado de unos cubos de la basura. Nosotros, entre sorprendidos e incrédulos, fuimos a su almacén a ver el tesoro rescatado. Para mi sorpresa de los cuatro que había cogido (“había más, pero ya con cuatro me pareció suficiente”) había uno que conocía, o más bien reconocía. Su autor acababa de exponer en una céntrica galería de Madrid que si no era de las más importantes tenía un nivel de calidad indudable. El autor, hasta hace poco joven revelación, estaba entrando en la madurez y en esos días vivía en Nueva York, en esa especie de reválida que al parecer todos los artistas periféricos tienen que cursar en la meca norteamericana. A día de hoy, ese pintor, ya llegando a la media carrera, sigue apareciendo en la feria de ARCO, por poner un ejemplo. Y si es cierto que ha pasado de revelación juvenil a ser uno más —luchando por destacar—, tanto su calidad como su prestigio siguen siendo respetables. ¿Qué hacía una obra de mediano tamaño de “el paciente cero” en la basura? Sin duda alguien la compró en un momento (su precio rondaría los 5.000 euros aproximadamente en galería) y, por razones que no conocíamos, ya no lo quería. Tal vez murió y sus herederos tenían menos gusto y no veían en esa pintura abstracta nada que les hiciera suponer que “eso” valiese nada y les pareció que dejarlo (junto con unos cuantos más cuyos caminos nunca sabremos cuáles fueron) apoyados en unos cubos de basura en la calle era su mejor destino final.

Esa pintura modesta pero digna no se me ha ido nunca de la cabeza. Posiblemente ella sea la razón por la que siempre recordaré a su autor, más que por la calidad de su trabajo, por su trayectoria… Esa desdichada pintura que se abría a la esperanza de una nueva etapa de su vida en otra casa nunca se me olvida. La vecina no parecía muy interesada en colgarla en su salón, mientras yo elogiaba al autor de forma claramente exagerada, y le decía que era un artista con futuro (nunca se sabe), que la pieza valía una pasta… No sé lo que finalmente fue de esa pintura. Hice como cuando un amigo te cuenta que su perra ha tenido una camada y te pregunta si no quieres un cachorro: no mirarlos a los ojos (a los cachorritos) y no volver a preguntar por ellos.…

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